Al Madrid se le ha puesto cara de Zidane y al Barça, de Luis Enrique
Mucho más que técnicos. Las nuevas habilidades del técnico moderno van mucho más allá, del método, del conocimiento del juego, del análisis de los rivales o de la dirección de campo. Al igual que una buena dirección deportiva analiza a la hora de hacer un fichaje cómo entrena, cómo juega y cómo vive un futbolista, no parece razonable exigir menos de un entrenador, que es la imagen de un club, su capacidad para proyectar los valores y los mensajes adecuados, especialmente en los momentos complicados. Si hablamos de un club grande, multipliquemos por cien esa necesidad.
La máscara de Luis Enrique. Debajo de su duro caparazón, siempre hubo un tipo directo, insolente por momentos, profundamente inconformista, ganador, pero de gran nobleza. En su relación con los medios cometió errores impropios en su época de jugador, pero no aprendió de ellos. La falta de autocrítica, aunque sea solo en percepción, es uno de los pecados capitales de este Barça en las dos últimas semanas. El entorno y algún futbolista, como Piqué o Alves, pecó de soberbia antes del Clásico y, a partir de allí, cambió todo. Si acaba ganando el doblete, todo será un mal recuerdo, pero puede que, incluso en su propio club, haya a quien su estilo no le importe un bledo. El mal rollo suele ser contagioso.
La sonrisa de Zidane. El francés, como entrenador, está aún a una gran distancia de Luis Enrique, pero ha entendido a la perfección el clic que necesitaba como entrenador para proyectar la imagen de su club. Zidane le puso una sonrisa a un proyecto deportivo que se desangraba, gestionó con otra sonrisa la derrota en Wolfsburgo, maneja con soltura la motivación desde la sala de Prensa y el Madrid parece llegar al momento álgido de la temporada con una sonrisa en todas sus instancias. Hasta la obligada titularidad de Danilo frente al Villarreal y la reiterada suplencia de James o Isco se gestionan desde el renovado optimismo que supone aspirar inesperadamente al doblete. Desdramatizar los debates y los buenos resultados han cambiado la perspectiva del madridismo.
Simeone, en plan Ferguson. Más allá de su espectacular trabajo y de haber conseguido mutar a un club de naturaleza pesimista en un equipo ganador, el Cholo ha logrado mimetizar su imagen con la del Atlético hasta un extremo insólito. Ha hecho del relato atlético una forma de vida, preocupándose por transmitir unos valores más allá del fútbol. Igual que cuando se recuerda a Ferguson se vislumbra la historia del United, cuando se ve a Simeone se representa el Atlético en su expresión más amplia. El paralelismo no tiene que ver con los años en el cargo, sino con el grado de identificación. Simeone dirige la orquesta, público incluido, a todos los niveles y convierte sus frases en lemas de vida rojiblanca.