España, a vueltas con Casillas y De Gea
Un buen portero marca la solidez de un equipo, tanto más de una selección nacional. Un inolvidable libro, ‘Fútbol: mitos, ritos y símbolos’, de Vicente Verdú, equiparaba el papel del portero en el equipo al de la madre en el hogar. Su virtud (no encajar gol, profanación venida de fuera) suponía la estabilidad de la familia. La peor tragedia sería por eso el penalti, en el que el portero-madre queda indefens@ ante el deseo de penetración del enemigo. Un buen portero, como una buena madre, no vive del reconocimiento. Una nota alta supone que algo falló antes. Pero que ha salvado a la familia.
Por eso ahí se reclama estabilidad. A los grandes equipos suelen durarles los porteros. Y también a las selecciones nacionales. España, que va para los cien años de historia como Selección, apenas ha tenido unos cuantos: Zamora, Eizaguirre, Ramallets, Iríbar, Arconada, Zubizarreta, Casillas... Entre cada uno de ellos ha habido unos cuantos, sí, algunos de gran mérito, pero en ellos depositó la tribu su seguridad por un decenio o más. Sus apartamientos fueron discutidos. Salvo el de Zamora, que quizá hubiera sido el más imposible de todos, pero lo vino a forzar-facilitar, la Guerra Civil, que le pilló con 36 años.
Ahora vivimos el final de uno de esos largos ciclos. Casillas cumplió en Rumanía su partido número 166 con la Selección, un número que le dispara mucho más allá de cualquier récord anterior. Aún para, pero 34 años no son lo mismo que 26. Alguien le va alcanzando y ese alguien es De Gea. Del Bosque le prefirió para el partido bonito de la semana, el de Italia. Una dulce transición, si tal cosa es posible. Casillas jugó contra Rumanía. La duda ahora es si resultará apropiado que vaya a la Eurocopa como suplente, si eso es justo y si es posible. Me figuro que en la misma duda está Del Bosque.