Tristeza de Casillas y ansia de Morata

Me parece que fue Herráez el que al final de la transmisión de la SER dijo que la mejor noticia era que no se había lesionado nadie. Me recordó el chiste que se hacía sobre la natación en los años malos de nuestro deporte: “Quedamos bien. No se ahogó ninguno.” Era a lo más que aspirábamos. Pues bien, ayer no se lesionó ninguno y no hay otra cosa que podamos celebrar. El partido fue flojo y si estuvo concebido como un concurso de méritos poco hay que señalar. Me gustaron más Piqué y Silva que ningún otro. Aunque hay cosas que rescatar de Nolito y Alcácer al principio y sobre todo de Morata al final.

Y eso que España empezó con un aire potable, pero duró poco. Pronto se vio que el equipo no tenía estructura para afrontar las situaciones sin balón y Rumanía se fue creciendo. En esa fase asistimos además a dos despejes desganados de Casillas a balones que debió haberse quedado y que dieron una desagradable impresión de desgana. Como si, visto que De Gea fue el titular ante Italia, se le hubiera apagado el fuego sagrado. Gracias que al menos luego hizo dos paradas estimables. Pero su rostro, su actitud, dejaron impresión de abandono. Otra nota fea en un partido que nos pudimos ahorrar.

El equipo jugó mal entre otras cosas porque hay bastante gente en baja forma, o lejos de su condición mejor. Y porque tampoco hubo la rebeldía propia del aspirante. La mayoría de los que jugaron no están entre los llamados a titulares. Sí están en una lista de 23, pero saben que en esa lista entrarán seguro Sergio Busquets (su ausencia es la que más se nota en cualquier partido), Iniesta y Cazorla. O para mantenerse en la lista o para llegar a la titularidad, deberían haber hecho más. Sólo Morata se partió de verdad el pecho el rato que estuvo. Los demás fueron a cumplir. Y, claro, no lo consiguieron.