...al grandioso Cruyff como entrenador
Aquel estupendo jugador ganó tres Balones de Oro, fue el primero en conseguir tal cosa. Para nostalgia de algunos, entre los que me cuento, algo se aflojó en su interior tras aquella Liga con el Barça. Se nos hizo cómodo. Jugó en el Barcelona cuatro años más, sin tanto provecho. Con el tiempo supe que un mal socio enredó sus inversiones y quizá fuera eso lo que le descarriló. Se fue a Estados Unidos, regresó a Holanda, donde aún nos dejó la perla de ese penalti que ahora repitió Messi. Volvió aquí para dejarnos el feo estrambote de aquel año en el Levante, una gran ilusión que acabó en mal sueño.
Pero si algo nos dejó a deber como jugador nos lo devolvió largamente como entrenador. Cuando Núñez tuvo la feliz idea de contratarle, acometió una tarea de máximo atrevimiento y extrema lucidez: hizo un equipo fiado al dominio de la pelota y de los espacios, atacante, intimidador desde la solvencia de su juego. Un fútbol de seda, un concierto de violines que desafiaba los principios pedestres en los que se creía en la época. Así ganó cuatro campeonatos de Liga consecutivos, así ganó por primera vez para el Barça la Copa de Europa. Así sacudió de Barça el pesimismo y el victimismo de tantos años.
Aquello se llamó el ‘Dream Team’, expresión debida a Gaspart, que confrontó la calidad de este equipo con la de la Selección USA de baloncesto en Barcelona-92. Más que como jugador, Cruyff dejó una impronta en el Barcelona. Y por derivación en nuestro fútbol. por su apuesta por el fútbol bien hecho, el juego hacia adelante. Hasta entonces, cada diez años algún gran entrenador había quitado jugadores de ataque para sumarlos a la defensa. Cruyff hizo lo contrario: quitó jugadores a la defensa para sumarlos al ataque. Funcionó. Le copiaron otros y sigue funcionando. Eso le debemos. Gracias, Flaco.