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La situación de Isco y James

Señalados. Acusados y, para algunos, ya condenados. La pareja de “jugones” tiene definitivamente encima el foco de la crítica: No corren, no luchan, no se dejan todo en el campo, les dicen. Es evidente que ambos tienen una gran responsabilidad sobre su falta de rendimiento, pero no toda. Partamos de la base de que antes de llegar al Madrid nunca fueron unos peleones, todo lo contrario, eran los virtuosos encargados de inventar fútbol y estaban liberados de la intendencia. Su contribución defensiva en sus anteriores clubes no era fundamental, todo lo contrario que en el Madrid, donde la acumulación de jugadores ofensivos, delanteros y medias puntas, deja al equipo sin un contrapeso natural y hace necesario el sacrificio de todos. Bueno, de todos no, porque la BBC está para otras cosas, las suyas propias, el ataque, el gol, lo que les gusta. Isco y James tienen que estar también para lo que les gusta menos. Y un día está muy bien que te aplaudan por pegarte una carrera para tapar al lateral contrario, pero esas carreras no salen naturalmente, son duras, difíciles de interiorizar para un violinista. Por otra parte, para hacer ese trabajo hay que estar hecho un fideo (sí, yo también pienso en Di María) y ninguno de los dos es una sílfide. A sus veinticuatro años están en el momento de decidir si les compensa sacrificarse en el Madrid o tener un papel más acorde a sus cualidades en otro club. Lo mismo cuando lean lo de “Isco y James fuera” les entran mariposas en el estómago, pero de alegría.

Abelardo y el absurdo. El Pitu es un buen tío, humilde, sencillo, natural, y nos conmovió su discurso tras la derrota en Granada. Pero en sus palabras hay una tremenda contradicción que afecta al fútbol español: acusa y señala al engañado, el árbitro, mientras que salva y ¡encima respeta! al tramposo, David Barral. Es un disparate. Resulta que el futbolista que simula un penalti para engañar al árbitro y que éste pite un penalti, que puede significar tu descenso de categoría, hace su papel y, según Abelardo, merece todos sus respetos. Pero el árbitro ingenuo y burlado por un “profesional”, que además de la simulación si no le hubieran pitado el penalti habría encendido al público de Granada con una protesta victimista, es el culpable y ladrón. No es justo. Es evidente que el árbitro cae en la trampa, pero el tramposo no puede ser encima ensalzado y respetado como un gran profesional, y menos por el principal perjudicado de su acción. Es un pensamiento descabellado y tiene que empezar a rectificarse desde el aprendizaje de los niños, para los que la acción de Barral y el discurso de Abelardo es un ejemplo nefasto.

Curry. Hay quien está empeñado en medirlo con Air Jordan para que “muñequita linda” pierda en la comparación. Allá ellos. Yo prefiero disfrutar de sus triples y fintas, escuchando a Daimiel en Carrusel glosar al nuevo fenómeno de la historia del baloncesto.