La mala sangre planea sobre el arranque de la temporada
La resolución de los nueve recursos de la Operación Puerto se esperaba para finales de año. De hecho, el presidente-ponente, Alejandro Benito, ya tenía elaborado el texto, pero la falta de consenso entre los tres magistrados ha empujado a una nueva redacción. “Eso es algo muy normal, ocurre con frecuencia. Se busca siempre el máximo acuerdo”, explican fuentes jurídicas. El caso es que nos hemos puesto en la segunda quincena de enero y, salvo que ya se haya hecho pública la sentencia mientras que usted lee estas líneas, todavía se desconoce el futuro de las 211 bolsas de sangre.
La incertidumbre se arrastra desde hace más de diez años (la operación fue en mayo de 2006). Y ahora la Sección Nº 1 de la Audiencia Provincial de Madrid ha acumulado un nuevo retraso, uno más, desde que la juez Julia Patricia Santamaría ordenara en abril de 2013 la destrucción de las pruebas. Con esta demora ya es inevitable que la resolución se conozca con la temporada ciclista comenzada. Porque la campaña arranca este lunes y en la mañana australiana del martes con el Tour de San Luis (Nairo Quintana, Peter Sagan, Vincenzo Nibali, Rafal Majka…) y el Tour Down Under (Richie Porte, Rohan Dennis…), respectivamente. Tampoco pasa nada. El pelotón ya está acostumbrado a rodar con movimientos sísmicos.
La clave de la resolución, nadie se engaña, está en las bolsas de sangre. Si no se conceden, el deporte español y el ciclismo mundial nunca podrán librarse de ese nubarrón. No puede ser que 211 bolsas de sangre no sean de nadie. Y si las conceden, habrá que ver si se puede tirar de alguna fórmula para vadear la prescripción que ya se ha cumplido; habrá que ver cuál es el organismo que tiene que proceder al rastreo de las identidades; habrá que ver si algún deportista se atreve a quedar en evidencia al recurrir al Supremo o al Constitucional para que las bolsas no se abran; y habrá que ver también si alguno de los propietarios de esa sangre sigue en activo (así, a bote pronto, parece que sólo se mantienen tres o cuatro). Hay otras teorías, sin embargo, que sostienen que habría que identificar las bolsas, sí o sí, únicamente para que se conozca la verdad, al estilo de lo que hizo recientemente el Senado francés. Tampoco es mala.
La práctica de echar tierra sobre la historia es muy común en este país, tan reacio siempre a enfrentarse a sus vergüenzas y a sus miserias. El simple conocimiento de la verdad, con el objetivo de que no se repita, también es un camino de liberación. Y podría ser igualmente aplicado al reciente caso que hemos vivido en el atletismo. La AMA ha denunciado que había 161 resultados atípicos del pasaporte biológico en el limbo en 2012 y ha apuntado a España como uno de los seis países con mayor índice de dopaje sanguíneo, aunque aquí la Federación Española no abrió ningún expediente al respecto (argumenta que no recibió información de la IAAF). Lo que sí ha hecho la RFEA es reconocer en un comunicado que hacía controles previos para limpiar de “sospechosos” las listas de seleccionados para los grandes campeonatos. ¿Y qué marcaje se hizo luego a esos sospechosos? Cuando importa más el envoltorio que el contenido no se puede avanzar. En este caso no hay ninguna duda: esos hechos no han prescrito. La Agencia Española Antidopaje tiene trabajo por delante. Con aquellas viejas bolsas y con otras más cercanas.