Violencia llama a violencia
Los chicos de la Curva. Así llama el presidente del Espanyol, Joan Collet, a los indecentes que el pasado miércoles avergonzaron a todo el fútbol con sus pancartas groseras y sus cánticos violentos en Cornellà. Él, que con sus declaraciones ha sido uno de los principales responsables de la vuelta de la infamia, dice sentirse engañado porque en las reuniones con los chicos, en las que se dio el visto bueno a las pancartas, no les informaron del mensaje de las mismas. ¡Qué fallo tan inocente…! Termina de arreglarlo el Espanyol diciendo que autorizaron otros lemas que no eran ni más agresivos ni más insultantes que los que reciben ellos en otros campos. ¡Toma ya! Ojo por ojo, diente por diente. Volvamos a las cavernas. No creo que a los pericos les compense el punto conseguido en Liga ante el Barça con la pérdida de imagen que ha sufrido la entidad en el global de la contienda.
Violentos al acecho. Después de unos meses de unanimidad y contundencia para expulsarlos del fútbol, los violentos esperan el más mínimo relax para volver a salir a escena. Solo necesitan verse justificados en la provocación de un torpe, como Gerard Piqué, que, maleducado en la dicotomía cutre del aficionado ultra, no termina de madurar y darse cuenta de lo que puede provocar con sus estupideces. Antiviolencia tiene que ser contundente en sus decisiones sobre todo lo que ha pasado, con el Espanyol, con Piqué y con el guardameta Pau. Sería lamentable que una acción tan vejatoria como el cobarde pisotón a Messi, que encima ha servido de reclamo a los radicales, se fuera a quedar sin castigo.
Felizidane. Una goleada en casa y todo parece solucionado. Sonrisas, bromas, gestos de complicidad… ¡ya es primavera en el vestuario del Real Madrid! Liberados del mal rollo que tenían con Benítez, los jugadores ponen todo de su parte para que el cambio vaya bien, pero que nadie se precipite en el diagnóstico. Hasta que no demuestren un gran nivel ante rivales de su entidad como Atlético o Barça, el efecto Zizou será solo propaganda.
Cordialidad de oro. Resultó agradable ver la naturalidad con la que se desenvolvieron Messi y Cristiano en la gala, olvidando las tiranteces de otros años. El argentino lleva en el rostro la alegría del momento por el que pasa y fue emocionante verlo acordarse del rival cuando recogía el Balón de Oro y daba las gracias al deporte que le ha dado todo lo que tiene. Cristiano por su parte parece haber asumido que Leo está dos peldaños por encima y eso le ha liberado de rigidez.
Ciencia-ficción. Luis Enrique viaja a Zúrich a recoger el premio al mejor técnico del año, sube al estrado y dice que el mérito no es suyo sino de sus jugadores y ayudantes, da las gracias con humildad a todos los que trabajan con él y al Barça, y se va.