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Esas bonitas casualidades que no son casualidades

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Sabes, tengo una estrella”. Recuerdo perfectamente esta frase que me dijo Zinedine Zidane hace más de 10 años cuando todavía era jugador del Real Madrid. Pero el francés no se refería al signo distintivo que llevaba en la camiseta de la selección francesa por el Mundial conquistado en 1998 (con dos goles suyos en la final). Sino a esa “buena estrella” invisible a los ojos de los mortales que le acompaña y le protege desde hace 43 años. Es evidente que Zizou tiene un destino fuera de lo común. Harían falta decenas y decenas de columnas como ésta para poder contar todas las cosas especiales que le han pasado al crack francés en su vida, pero sólo con mirar lo que ha ocurrido en los últimos días basta para detectar la presencia de esa estrella a la que se refiere. Estaba escrito que tenía que ser el entrenador que devolviera la alegría al madridismo. Y así ha sido. Con un montón de coincidencias que, en realidad, no son coincidencias.

Primero, su estreno se hizo frente al Deportivo, el mismo equipo contra quien, por primera vez, enamoró a todos los aficionados hace exactamente 14 años. Segundo, fue Karim Benzema, su compatriota, el jugador al que tanto ayudó quien marcó el primer gol de la noche. ¡Vaya taconazo! Tercero, el Madrid metió cinco goles, que es el número que llevó en su camiseta durante los cinco años que estuvo jugando en el Madrid. Sé que para mucha gente esto no significa nada, pero para una persona tan especial como Zidane nada es casual. “El azar nunca golpea por azar” escribió un gran poeta. Por cierto, ¿cuántas puntas tiene una estrella? Pues sí: ¡cinco!