El nacimiento de la Copa de Europa
El 13 de diciembre de 1954, el Wolverhampton recibió en partido amistoso al Honved de Budapest. Poco antes había recibido al Spartak de Moscú, ganándole por 4-0. Al Honved le ganó 3-2, remontando un 0-2 inicial, lo que dio lugar a una enorme exaltación de la prensa inglesa. Se entiende. Aquel era el Honved de Puskas, Kocsis y Czibor, base de la selección húngara que sólo un año antes había ganado 3-6 a Inglaterra en Wembley, en el que se llamó Partido del Siglo. El fútbol húngaro era tenido por el mejor del mundo. El partido tenía un aire de revancha. Los capitanes, Wright y Puskas, eran los mismos de aquel día. Ganar al Honved lanzó titulares del tipo de Wolves the Great! o Never a game like it. Tras el partido, Stanley Cullins, manager de los Wolves, dio paso al vestuario a los periodistas diciéndoles: “There they are, the champions of the world”. Así lo recogió el Daily Mail, el día 14, en la pluma de David Wyne-Morgan, y llevó lo de Campeones del mundo al titular de su información.
Eso provocó un artículo en L’Equipe de Gabriel Hanot que podemos considerar piedra fundacional de la Copa de Europa. Hanot había acudido al partido. En su crónica, construida ya el 14 y publicada el 15, refuta lo de campeones del mundo: Non, Wolverhampton n'est pas encore le 'champion du monde des clubs! Y la termina con unas consideraciones: ha batido brillantemente a grandes rivales, pero en The Moulinex, después del largo viaje de ellos. Se planteaba cómo hubieran sido estos partidos en Moscú o Budapest. Y lanza la idea: un torneo entre campeones europeos, eliminatorias a ida y vuelta, entre semana pero de noche, para que pudiera asistir afición numerosa. Empezaba a extenderse la iluminación artificial, la aviación comercial tenía ya cierto desarrollo y la televisión irrumpía con fuerza.
A Jacques Goddet, director de L’Equipe, le gustó la idea. L’Equipe mejoraba mucho sus ventas en julio con el Tour de Francia. Una competición así podría incrementarlas durante la larga temporada futbolística. Así que cursó instrucciones a todos los corresponsales del periódico por Europa para que trataran de meter en la idea al campeón vigente de su país, o al club con más prestigio.
El corresponsal en España era Carlos Pardo, de El Mundo Deportivo de Barcelona. Se dirigió al Barça. El Madrid había sido el campeón de la Liga 53-54, en el primer año de Di Stéfano, pero el Barça había ganado las dos anteriores, tenía a Kubala y gozaba de mucho mayor prestigio en Europa. Esa reciente Liga era la primera que el Madrid ganaba desde la Guerra Civil. El club aún no tenía nombre en Europa, su título podía ser visto desde París como una anécdota.
Pero Carlos Pardo se llevó un chasco. El secretario general del Barça, Doménech, le citó a las siete de la tarde y no le recibió hasta las nueve y media. No llegó ni a ver al presidente, Miró Sans. Doménech descartó la idea. “Es una utopía. Nunca se hará. Lo que estamos intentando es resucitar el campeonato catalán”.
Carlos Pardo regresó hundido a su casa. Su mujer le sugirió que telefoneara a Saporta, brazo derecho del Bernabéu, al que conocía bien. Así lo hizo y Saporta se entusiasmó: “¿Está usted en lo de la Copa de Europa? ¿Podríamos vernos?”. La mañana siguiente, Pardo viajó a Madrid. En Barajas le esperaba el chófer de Bernabéu. Le llevó al estadio y allí se vio con Bernabéu, Saporta y Calderón, el gerente. El día siguiente, Bernabéu, Saporta y Pardo volaron a París a entrevistarse con Goddet.
Quizá la historia hubiera sido distinta si el Barça llega a hacer caso a Pardo. Aunque el Madrid volvió a ganar la Liga en la 54-55, quizá en caso de haberse interesado el Barça la plaza hubiera sido suya. No todos los participantes del primer año fueron los campeones de su país. Algunos fueron por prestigio, o por renuncia o despiste del campeón. El caso es que Bernabéu y Saporta cazaron al vuelo la importancia del asunto.
Los días 2 y 3 de abril de 1955 se celebran las reuniones fundacionales en el Hotel Ambassador de París, presididas por Goddet. Bernabéu (que hablaba francés y alemán) estuvo muy activo. Propuso al vicepresidente de la Federación Francesa, Ernest Bédrignans, como presidente del comité organizador, con lo que le daba cobertura oficialista a la competición. Se aceptó su propuesta. Vicepresidentes fueron él mismo y Gustav Sebes, ministro de deportes húngaro.
El 17 de mayo se ataron más detalles, ya en Madrid, en el Castellana Hilton. Algunos objetaban que los que tenían estadios mayores tendrían mayor beneficio y Bernabéu, cuyo su estadio era de los grandes, propuso que las dos taquillas se repartieran a partes iguales, lo que prosperó.
El 21 de mayo, en París, hubo una reunión entre la entonces recién creada UEFA y el comité. La UEFA dio el visto bueno a todo, aunque negó el permiso a que se utilizara como nombre Copa de Europa, que quería reservar para el campeonato de selecciones que tenía en proyecto. (La primera edición se jugaría en los años 59 y 60, y la ganaría la URSS. Es la que llamamos Eurocopa). Se adoptó el nombre de Coupe des Champions Européens, que el tiempo borró. Se acordó que la primera final se jugaría en París.
La lista final de inscritos fue: Stade de Reims, Real Madrid, Rot Weiss Essen, Djurgardens, Aarhus, Milán, Anderlecht y Sarrebrücken (campeones de Liga en Francia, España, Alemania Occidental, Suecia, Dinamarca, Italia, Bélgica y El Sarre, territorio hoy alemán que entonces tenía federación propia) más Sporting de Portugal, Voros Lobogo (húngaro), Rapid de Viena, Servette, Hibernian, Partizan, Eindhoven y Gwardia Varsovia, que no eran campeones de Liga, pero fueron invitados por renuncia del campeón, como campeones de Copa o campeones de la Liga previa. O, simplemente, por alto prestigio en su país.
No acudieron los ingleses. Al campeón, el Chelsea, no le dio permiso su Federación. A la segunda edición ya se apuntaría el Manchester United. La participación de la Europa del Este se limitó a Yugoslavia, Hungría y Polonia. Fueron sensibles las ausencias de Checoslovaquia y la URSS, sobre todo. Poco a poco se irían incorporando.
El 4 de septiembre de 1955 se jugó el primer partido, en Lisboa, Sporting-Partizan, 3-3. Hacía ocho meses y medio del Wolverhampton-Honved. En ese tiempo, un grupo de visionarios puso en marcha una iniciativa europea muy anterior al Tratado de Roma. En una Europa en la que aún se recogían cascotes tras la más tremenda de las guerras. Con democracias y dictaduras. Con monarquías y repúblicas. Con capitalistas y comunistas. Con católicos, protestantes, ortodoxos y pronto musulmanes, cuando entró Turquía. Lo que hizo aquella gente fue admirable. Y por lo que hemos visto, perdurable.
La reconstrucción de Europa empezó por el fútbol. Hace de eso sesenta años.