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Un autogol de Pacovski y después, nada

La entusiasmante impresión que dejó España en Oviedo se enfrió ayer en Macedonia. Vale que ganamos, que sumamos tres puntos y que con el empate entre Eslovaquia y Ucrania nos destacamos en el grupo... Pero el partido fue insufrible, infumable, intolerable... En Carrusel hacíamos bromas sobre cómo llamarlo, mientras la atención se nos escapaba hacia el baloncesto, donde las cosas salieron peor pero fueron más vibrantes. Y confieso que en principio me parecieron bien los refrescos que introdujo Del Bosque. Una oportunidad para varios. Pero a esos varios les echaron el toro al corral.

Mirado con perspectiva, se pueden analizar las causas. En Oviedo hacía falta la victoria, estaba en juego incluso la clasificación, arrastrábamos un año de penurias. El equipo deslumbró con su juego, aunque dejara el déficit de la falta de remate. Pero todo quedó ahí. A la noche hubo juerga, en la que para su desgracia el atrapado en las redes de la curiosidad pública fue, una vez más, Piqué. Pero no era el único. Luego, un largo vuelo hasta un país por el que transita el dolor de los refugiados de la barbarie del Estado Islámico, y al final de todo ello un partido que se daba por ganado de antemano.

Y que además se resolvió muy pronto, con un centro de derecha de un zurdo que extravió su trayectoria, dio en el palo y luego en Pacovski, cuyos apellidos y desgracia me lo hacen simpático. Luego, nada. Los Carvajal, Bernat, Isco, Cazorla y Mata, que entraban de refresco, dieron el cante. Diego Costa volvió a mostrarse como un broncas sin provecho. El partido fue un petardazo, y su único brillo lo apagó el árbitro italiano, Tagliavento, al anular un gol legal de Alcácer, que había entrado por Diego Costa. Así que nos quedamos con el triste autogol de Pacovski y cierta impresión de vacío.