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Griffa, o lo contrario a De Gea

Sabina recitó el santoral de oído, casi al dictado, pero lo colocó en su sitio: Antic, Leivinha, Adelardo, Toni, Simeone, Griffa, Pereira. Y Tomás, y Marina… Motivos de un sentimiento. Sí, Jorge Griffa está ahí, como un trozo inamovible del escudo. Da lo mismo que sólo pasara diez de sus 80 años en el Atlético, que su prolongada tarea docente (más de 40 temporadas como enseñador eficaz de ganadores) la desplegara en su Argentina natal (contra su voluntad, también es verdad; le habría gustado educar igualmente en las categorías inferiores del Calderón). Nada ni nadie podrá mover jamás de la memoria colchonera a ese central cacique, terror del madridismo, conquistador de tres Copas, una Recopa y una Liga (con gol personal decisivo en el último día, al modo Godín), que influyó tanto en dotar de carácter y ambición al equipo rojiblanco antes de sumergirse fatalmente en el pupismo (una debilidad que no hace tanto se diluyó).

Griffa son palabras mayores, un tipo que por el Atleti fue capaz de cualquier cosa. Y también por el fútbol, que le debe el descubrimiento y la forja de muchos de los grandes jugadores y entrenadores argentinos que han brillado en las cuatro últimas décadas. Una autoridad como atlético y como futbolero al que siempre conviene escuchar o leer. Hace ya 46 años que dejó la casa, pero sigue ahí, entre las preferencias innegociables de una hinchada agradecida que lo acepta todo, menos una cosa (cualquiera que se pone la camiseta, sabe en qué consiste el pecado). Griffa no es De Gea. Más bien su antagonista. Por eso permanece. Un recuerdo sagrado de los mayores que se han creído a ciegas los menores. Otro Atlético en primera persona.