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Blatter es la tensión, Raúl la distensión

Blatter dimite, escupían ayer tarde todas las alarmas. Pero dimite de aquella manera. Mañana estará en el despacho, pasado también... Y así hasta una fecha no precisa entre diciembre y marzo, cuando habrá un congreso extraordinario para elegir nuevo presidente. Asegura que él no se presentará. Pero no dejemos de recordar que hace cuatro años se presentó asegurando que aquel sería su último mandato, que no se presentaría más, y que hace cuatro días volvió a presentarse y a salir elegido. Blatter es un hombre con máximo instinto de supervivencia, y un maniobrero de altísimas habilidades.

Pero ahora tiene a Estados Unidos enfrente. Su malaventura nace de la concesión del mundial a Moscú, y no tanto por lo despechada que se sintió Inglaterra (con ser eso importante por el poder de los medios anglosajones para mover la opinión pública) sino porque con posterioridad a aquella elección Putin se ha echado al monte. Se ha puesto, como se decía antes, ‘en plan soviético’. Quiere reedificar el viejo poderío de Moscú, le pega bocados a Ucrania, amenaza con el gas, coquetea con China, discute la autoridad mundial de los EE UU. Blatter es amigo de Putin y esto le ha cogido a contrapié.

Porque EE UU acaba de descubrir la importancia del fútbol. Ahí está el Cosmos, con Pelé y Raúl, como embajada de distensión en Cuba. Y no quiere un Mundial para Putin en este momento histórico, ese es el gran problema de Blatter. Y EE UU puede mucho. Puede llevarse a siete capos de FIFA de un hotel de Zúrich por hacer lo que tanta gente hace en el mundo: robar. Puede apretar a las empresas que esponsorizan a la FIFA. Blatter pretende dar una patada para adelante, ganar tiempo, pero está en medio del tablero geoestratégico. Y no va ni mucho menos ligero de equipaje. Lo tiene mal.