¡La huelga en agosto, por favor!

Pobre aficionado. Le vuelven loco con los horarios, le cobran las entradas más caras de Europa, le obligan a ir al fútbol un lunes o un viernes a las 22:00 horas, y ahora le amenazan con quitarle lo más emocionante del campeonato. ¿A quién le importa el aficionado en el Juego de Tronos del fútbol español? En la pelea por el dinero y el poder entre clubes y Federación, una vergüenza que arrastramos como una losa desde hace tiempo, han aparecido los futbolistas, uno de los estamentos más privilegiados de nuestra sociedad. Rubiales, con ese aire de Varufakis futbolero y esa jerga jurídica en la que le gusta expresarse, quiere convencernos de que los peloteros son unos pobres desvalidos en el reparto, pero no olvidemos que la mayor parte del pastizal que sacarán los clubes por los derechos irá a parar a los hipermultimillonarios sueldos de muchos afiliados al sindicato. La tarta de los 1.000 millones televisivos tiene a todos intentando pillar un trozo, y los que se quedarán los cocineros… Y mientras tanto el aficionado viendo cómo juegan con su emoción y su agenda. Piensen por una vez en los aficionados y pongan la huelga en agosto, que, estando de vacaciones, el fútbol es menos importante.

Messi le tenía ganas. La rabia con la que Leo Messi celebró sus dos golazos, el segundo una maravilla para la historia que recordaremos eternamente, demostró que el genio tenía una motivación especial por reivindicarse. Tras marcar, en lugar de sonreír como hace habitualmente, fruncía el ceño encolerizado. Señal de que le tenía muchas ganas… al Bayern.

Un tiro a puerta. El equipo de Guardiola disparó una vez a puerta en 90 minutos. Hizo un partido pensando sobre todo en protegerse, en cerrar espacios, no en dominar y desplegarse en ataque. Si lo hace otro entrenador le ponen de vuelta y media, pero, siendo Pep, se llegó a decir que había sido un plan casi perfecto. Yo alucino. Hay un montón de equipos de nuestra Liga que crearon más peligro que el Bayern cuando jugaron en el Camp Nou.

Ancelotti y el experimento. Sergio Ramos no había jugado bien en el experimento del centro del campo ni contra el Atlético ni contra el Sevilla, pero se ganaron esos partidos y se aceptó el desvarío de Ancelotti. Contra la Juventus, un equipo serio, ni mucho menos maravilloso, pero que presionaba con valentía, a Sergio se le vio aún más el cartón. El pobre no sabía dónde colocarse, ni recibir ni pasar ni presionar… un desastre. Es inaudito que después de dos años entrenando a Illarramendi, Ancelotti le vea menos capacitado que a Ramos para jugar en el medio. ¡Mira que ha tenido tiempo de experimentar! Hasta el brasileño Lucas Silva lo haría mejor que Ramos ahí. Y no lo digo por ganar la apuesta que tengo con Antonio Romero en el Carrusel.