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¿Dónde está la tolerancia cero?

Al atleta Mohamed Marhoum, marroquí de nacimiento y español de conveniencia desde 2011 por gracia del Consejo de Ministros para que nos ganara medallas, le han pillado en un control antidopaje. Ahora, indignado, dice que se retira y que él no se ha dopado. Lo de siempre. Pero se va diciendo que él sabe muchas cosas. Pues como ha habido un delito —el dopaje lo es desde 2006— es para cogerle y decirle “ahora nos vas a contar todo eso que sabes”. Pero eso no lo hacemos aquí. Aquí decimos que el consumo de sustancias dopantes no es delito, y pasamos página. Cierto que consumir no es delito, pero sí prescribir, proporcionar, dispensar, suministrar, administrar, ofrecer y facilitar. Y si Marhoum sabe tantas cosas...

A Marhoum alguien le habrá dado la EPO, porque, que se sepa, aún nadie es capaz de fabricársela. Cuando Gómez Bastida, el teniente de la Guardia Civil que esposó a Manuel Saiz en la Operación Puerto, fue nombrado director de la Agencia que combate el dopaje, parecía que se iba a apostar por una línea dura, pero no. Sólo en el atletismo hay mucho donde escarbar. Desde que existe la Agencia, Marhoum, Sergio Sánchez, Lozano, Gamonal, Escobar, Pentinel, Bezabeh, Paquillo, Onyia, Centeno, Blanco, Estela García, Aguilar, etc, por citar los casos más sonados y confirmados. Hay un problema y no se acomete. Como tampoco el de los pasaportes de conveniencia que se regalan. Dos lacras que arrastramos y que no acometemos.