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Madrid, Barça, Athletic, Himno y Rey

La final de Copa acabó en el Camp Nou, escenario poco grato a todos. Al Barça, porque una final en campo propio pierde la magia de lo excepcional; al Athletic, porque es campo contrario y el viaje no es cómodo; y a los poderes del Estado, porque allí la pita va a ser de órdago, por más que Iniesta haya hecho ayer mismo un llamamiento contrario. Pero, descartado el Bernabéu, el campo de gran capacidad que quedaba (mayor incluso) era el Camp Nou. Las posibilidades de Valencia y Sevilla eran vistas de forma desigual por los contendientes. Y allí tampoco gusta que se pite el Himno.

La decisión llegó al final de una tarde espesa con dos votaciones sucesivas que acabaron en la solución que nadie quería ni como primera ni como segunda ni como tercera. Pero es lo que hay. El gusto reciente de una buena parte de estas aficiones de pitar el Himno y al Rey (pasó en el Manzanares y pasó en Mestalla, y hasta llegó a costarle la cabeza a un director de deportes de TVE, acusado de silenciar la pita) ha provocado, y no otra cosa, que el Madrid no haya querido ceder su estadio. Eso ha caído mal, sobre todo en Bilbao, pero el Madrid es libre de no dejar su casa a quien puede ser desconsiderado.

El caso pone de relieve que aún hay algo de símbolo de Estado en el Madrid y en su estadio. Las cosas son como son. El Barça y el Athletic aspiraban a jugar en el Bernabéu como si ese estadio fuera propiedad de Patrimonio Nacional. El Madrid no lo cede justamente porque teme que se ofenda en su recinto al Himno y al Rey y porque dado que es el club que lleva el nombre de la capital se siente velador de esos símbolos. “Hablemos sólo de fútbol”, dice Urrutia. Si fuera tan fácil, la Selección Española no llevaría no sé cuántos años sin jugar en San Mamés. Incluso hubiera estado en la inauguración.