¿De quién es esto?
Por Marta R. Peleteiro MPeleteiro_AS
Como os conté en el anterior artículo, hace poquito terminé de leerme el libro de Andre Agassi. No os voy a hablar de ello otra vez, no temáis. Pero una de las anécdotas que contaba me hizo recordar otra que me parece curiosa para relatárosla hoy. El estadounidense con el postizo más famoso de la historia hablaba de que en un partido (en Alemania, creo) tuvo que jugar con unas zapatillas prestadas por alguien del público. Fue un momento curioso en el que el umpire tuvo que pedir a alguien del público que colaborase con Agassi si tenía la misma talla de pie.
Pues bien, a raíz de esto, recordé algo que ocurrió en el US Open, uno de los grandes torneos del tenis a nivel mundial, todo un Grand Slam que ha llegado a ser jugado en tres superficies diferentes. La historia que os cuento la protagonizó el pentacampeón del torneo Jimmy Connors, quien era muy querido por la hinchada local, al ser su paisano. Este estadounidense nació en Illinois el 2 de septiembre de 1952, y se coronó vencedor del abierto en las ediciones de 1974, 1976, 1978, 1982 y 1983, así como llegó a las finales de 1975 y 1977.
Guillermo Salatino, modesto tenista reconvertido después en periodista especializado en tenis, relató en su libro El séptimo game (lo podéis encontrar en Amazon, por ejemplo) cómo Jimbo jugó una de estas finales con raquetas prestadas. “Cuando ya la T2000 había dejado de fabricarse y Jimbo Connors se quedó sin raquetas para la final, tomó el micrófono y pidió a quien quisiera escucharlo que todo aquel que tuviera en casa o club alguna T2000 se la prestará para jugar la final. Le llegaron miles, jugó y ganó la final con raquetas prestadas. Fue inolvidable”.
¿Qué tenía esta raqueta para ser tan especial y que un tenista hiciese algo así por jugar con ella? La T2000 era un modelo innovador de la firma estadounidense Wilson. Concretamente, salía de Chicago. Fue la raqueta que protagonizó la gran transición de la madera al acero. Una vez se acostumbraban al material, los tenistas estaban encantados con esta raqueta, ya que mejoraba mucho las prestaciones de su juego, especialmente las que tenían que ver con la velocidad a la que viajaba la bola de un lado de la pista a otro. Las ventajas eran muchas y algunos románticos como Connors acabaron enamorados de ella y no querían otra, aunque después de unos años pasase a ser un elemento arcaico dentro del mundo del tenis profesional.
No obstante, antes de que Wilson comprase la patente de la innovadora raqueta, esta pertenecía a la empresa de René Lacoste, que lleva su apellido por nombre. La marca del mosquetero fue realmente quien la sacó, aunque después Wilson la haría popular con Connors como baluarte. Era demasiado cara para poder comercializarse, así que decidió cobrar por la patente en vez de romperse la cabeza con el comercio. La firma americana enfocó el negocio de otra manera y la vendió a gran escala y a mejor precio entre el público. Asimismo, la promocionó con jugadores importantes. De hecho, uno de los modelos de esta pala lleva el nombre del tenista estadounidense y llegó a venderse en los supermercados. Cuando Wilson dejó de fabricarla, Connors no quiso quedarse sin ella y llegó a poner anuncios en los periódicos para comprársela a aquellos que tuvieran alguna en su casa. Así nació el mito de la T2000.