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Luis Enrique, el capataz, y Carlo, el alquimista

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Exigencia culé. La grata impresión que dejó el Barça en el debut liguero ha sido interpretada como el fruto de la seriedad y el trabajo. Según dicen, con Luis Enrique se entrena fuerte, se corre y se preparan los partidos a conciencia. Con ese gesto torcido que tiene casi siempre, Lucho exige sin parar. Y el que no responde, no tiene sitio, como Deulofeu. En Villarreal veremos cómo es el Barça de visitante, si presiona y recupera la pelota igual y si el regreso del Messi de siempre no fue una ilusión. Marcelino no se lo pondrá fácil.

Las fórmulas de Carlo. A Carletto le han quitado dos ingredientes fundamentales de su fórmula (para mí Di María más importante que Xabi Alonso). Ahora, sin quejarse ni protestar, tiene que encontrar cómo mezclan mejor los nuevos ingredientes que le ha dado Florentino. Su instinto natural le debe conducir a juntar a Khedira, Kroos y Modric. Pero tendrá que ir metiendo a James y explicarle que aquí es algo más que un mediapunta. El dilema Isco-James dará que hablar. Y ya veremos si le traen algo más…, que Florentino tiene la chequera cargada.

Simeone, el rico. El Atlético se ha gastado 95 millones, tiene una plantilla abarrotada, está obligado a vender a alguno y espera todavía reforzarse. Si a esto le añadimos que el granítico bloque construido por Simeone se mantiene, el postureo proletario del Cholo ha dejado de ser efectivo. El Atlético hoy es aspirante a todo y no puede ir por la Liga en plan “podemos”. Para pobre el Rayo de Jémez, que encima el lunes se le subió a las barbas. Al Cholo le han dicho que se deje de polémicas arbitrales y reivindicaciones sociales y se centre en lo suyo, la motivación del grupo.

Revolución Roja. Más vale tarde que nunca. Algo de este refresco preparado por Del Bosque nos hizo falta en el Mundial. Iturraspe y Koke, con Thiago cuando se recupere, deben ser los jefes de España. Hay que ir preparando el relevo de Casillas, con naturalidad, sin dramas, por favor.

La relatividad del fútbol. Si hace tres años nos dicen que Cesc iba a ser bandera de Mourinho y Xabi Alonso de Guardiola más de uno se hubiera hecho cruces. Aún recuerdo la tensión entre Xabi y Guardiola en el Bernabéu. Xabi para los culés era el brazo armado del mourinhismo en la lucha contra el tiqui-taca. Repartía de lo lindo, decían, y no precisamente caramelos. Para los blancos, Fàbregas representaba a la perfección el teatro azulgrana. Bueno, pues primero Mou llama a Cesc y éste se va convencido a dirigir el Chelsea. Y luego Pep llama a Xabi y se lo lleva a repartir, juego, al Bayern. Conclusión: hoy en día, los futbolistas y entrenadores del máximo nivel están por encima de colores y amistades. Que nadie venda romanticismos.