La cuidada dieta del ciclista
Sobre cómo se han alimentado los ciclistas durante las carreras ha dado para escribir libros enteros. Hay que imaginarse a los corredores del siglo pasado cubriendo etapas de más de cuatrocientos kilómetros que duraban más que de sol a sol, pues salían de noche. Comían cuanto podían, y más. Antes de la salida se atiborraban por lo que pudiera suceder después. Lo que solía suceder era que los kilómetros pasaban sin encontrar un establecimiento abierto y que estuviera, además, dispuesto a darles de comer sin cobrar, pues los ciclistas no solían llevar dinero encima. Para comer valía todo. Un plato de lentejas, un bocadillo (mejor dos), lo que fuera. Comían una barbaridad. No porque fuera conveniente, sino porque pasaban hambre.
Y es que pocos deportes como el ciclismo despiertan tanto el apetito. Se gastan muchas calorías, y el cuerpo pide reponerlas. Por eso quisimos que Samuel Sánchez nos mostrara lo que era capaz de comer en el tiempo que dura la Vuelta. ¡Y aún le pareció poco! Mas nada que ver con el pasado. Ahora la alimentación del corredor está controlada por nutricionistas, y se ajusta a las necesidades básicas de cada uno. La menor cantidad posible, pero con el mayor aporte energético admisible. Y en carrera, geles y barritas para una más rápida absorción en el organismo. Ya ni siquiera los clásicos pastelitos de arroz se ven en las bolsas. Así es la alimentación en el deporte de élite. Y el ciclismo, por cierto, es el que está en vanguardia.