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Iker, tienes que volver a ser Iker...

Negar que Iker ha estado irreconocible desde la final de Lisboa es absurdo. Como él mismo dijo ayer en Cardiff, nos ha tenido malacostumbrados y por eso nos ha sorprendido verle tan perdido y fuera de sitio en cuatro partidos consecutivos. Pero él siempre fue un grande que tumbó todas las adversidades. Su frialdad en la tormenta y su serenidad cuando iban mal dadas fueron determinantes para que sobreviviese a debates y a las dudas sobre su figura. Lo que tiene que hacer Casillas es borrar de su mente el disco duro de los dos últimos años. Desde aquella inexplicable suplencia en La Rosaleda tomó cuerpo una pesadilla en su vida futbolística que desembocó en ese partido de Michigan ante el United en el que Iker no era Iker. El porterazo que es no estaba allí...

Hoy debe saltar al Cardiff City Stadium como lo hizo en las finales de París (¿chaval, te acuerdas de lo sobrio que estuviste pese a jugarte la Champions con 19 añitos?), Glasgow (tus lágrimas fueron las lágrimas de todo el madridismo), Johannesburgo (Robben todavía maldice tu parada milagrosa con el pie izquierdo) y Mestalla (en 2011 amargaste a Messi, Iniesta y Pedro). Iker, has representado tanto que no puedes acabar dando sensación de rendirte ante tu delicado presente. Iker, rebélate. Recupera la sonrisa (esos primeros planos de televisión la buscan en vano). Mírate en el espejo, contempla con orgullo tu brazalete de capitán y recuerda cuánta gente ha creído siempre en ti. Aleja los fantasmas de tu cabeza. Iker, tienes que volver a ser Iker...