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Velasco Carballo en el Brasil-Colombia

Se volvió La Roja mucho antes de lo que hubiéramos querido, pero el fútbol español está aún, aunque sea de una manera tenue, en el Mundial, con Velasco Carballo. O no tan tenue. A Velasco Carballo, que ya ha arbitrado dos partidos, le han dado en cuartos uno con cuajo y pitones, el Brasil-Colombia, que desde mi instinto de viejo aficionado percibo como el más complicado hasta la fecha. Brasil no carbura, se agobia, le regalaron un penalti el primer día y ahora Scolari utiliza perversamente eso para denunciar imaginarios despojos posteriores. Y Colombia es muy buena.

Un cóctel difícil. Arbitrar al equipo de casa es complicadísimo, porque en el país del Mundial lo que se respira es la atmósfera local, como no puede ser de otra forma. Desde el camarero al televisor, desde el chófer del coche oficial a los periódicos que te meten bajo la puerta en el hotel. En Brasil eso es más, porque se trata de un país cálido, amable, devoto del fútbol, intrínsecamente simpático. Enfrente estará Colombia, país vecino, igualmente cálido, que juega muy bien. Y tras cada equipo sendas naciones volcadas en el suceso. Un partido difícil donde los haya. Y detrás de él puede estar la final.

Nunca antes un español dirigió una final de Copa del Mundo. El gran árbitro español de la historia fue, para mí, el vizcaíno Juan Gardeazábal, que estuvo en los mundiales del 58, 62 y 66, y faltó al del 70 por un cáncer que acabó con su carrera y con su vida. En el 62 llegó a hacer el partido por el tercer y cuarto puesto, Chile-Yugoslavia, que es todavía el techo de nuestro arbitraje. Quién sabe si esta vez Velasco Carballo superará ese listón. Lo seguro es que está entre los posibles. En España tiene una ventaja: no arbitra al Madrid, porque es madrileño. Hoy es otra cosa: arbitra a Brasil. ¡Qué compromiso!