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Madrileños al murmullo del partido...

Leo en AS que en Lisboa se espera a unos setenta mil madrileños, sólo la mitad con entrada. ¿Y el resto? El resto, los que viajarán allí sin boleto, se dividirá entre una minoría con muy buenas relaciones y muy afortunada, que a última hora encontrará resquicio para entrar, y un colectivo mayoritario que, madridistas o atléticos, tendrá que conformarse con estar cerca del suceso. Con frecuencia, el fútbol sólo es eso: estar cerca de lo que pasó. Un partido se puede vivir en directo desde hace muchos años. Ya se radiaban en directo en el Mundial de 1934. Se televisaban en directo desde el Mundial de 1966...

Pero estar cerca, estar ahí... Como eso no hay nada. Ni radio ni tele. El partido se desarrolla en el estadio, sí, y resuena en los alrededores. Sufrí en mis primeros años de asistente al Bernabéu los retrasos por un vecino, buena gente pero muy pelmazo, que nos llevaba en su 600 a mi hermano, a dos primos y a mí. Y padecí sus prisas por salir antes de que acabara el partido. Ese tiempo me enseñó a percibir el fútbol fuera del estadio. Me pasó tanto, llegando o saliendo, que me sentí todo un especialista en conocer desde fuera lo que ocurría en el partido, según el bramar del estadio, cuando yo llegaba o me marchaba...

Sinceramente: me sentí especialista. Según el rumor, yo traducía en mi mente: “Golpe franco de Puskas que casi entra”, “penalti a Amancio no pitado”, “paradón de Vicente”, “tirazo de Félix Ruiz”. Cada jugada tenía su retumbar propio. En las afueras del campo había siempre unas decenas de aficionados sin poder económico para comprar entradas que gozaban el murmullo del partido. No lo veían, pero escuchaban ese retumbar único que provoca cada situación del fútbol. Hoy no es el caso, pero es lo que más se le acerca: muchos madrileños irán a Lisboa para, al menos, estar cerca...