Messi y el partido que se negó a morir...
Desde el sorteo de la Liga, este Barça-Atlético de la jornada final desató las imaginaciones. El primer cuadro dibujado en las mentes fue que Madrid y Barça llegarían probablemente en un codo a codo y que el Atlético se lo pondría fácil al Barça. Esa idea se fue esfumando a medida que el Atlético se mantuvo arriba y recientemente se sustituyó por otra: la de que sería el Barça el que le diera facilidades finales al Atlético, no fuera a ocurrir que ganando le facilitara el título al Madrid. Luego, cuando el Barça empató ante el Getafe, la idea fue: pasillo para el Atleti y aquí paz y después gloria.
Pero este partido se ha negado a morir, se ha negado a servir a intereses espurios. Una cadena de resultados fuera de pronóstico lo ha convertido en una finalísima de la Liga, algo tan inusual que, ya lo he contado aquí, sólo ha pasado dos veces, en la 45-46 y en la 50-51. Un partido dramático en el que, para más igualdad, el empate da el título al forastero, como ocurrió en esos dos precedentes. Un partido al que los dos llegan entre dudas y algodones, deseando tanto el éxito como temiendo el fracaso. Para el Atlético, que siente que merece el título, sería una decepción. Para el Barça, ni les cuento.
Porque el Barça tiró la toalla y luego fue precisamente el Madrid, con sus dos puntos en tres partidos, quien le metió de nuevo en carrera. El Barça no ha convencido en toda la segunda vuelta, pero tiene a Messi, al que la directiva ha renovado ‘in péctore’, se supone que por una cantidad obscena. Tres o cuatro arrancadas de Messi, eso es todo lo que pide el culé en esta tarde decisiva. El atlético, a su vez, pide que salga Diego Costa, pero que no sea a costa del partido de Lisboa. Porque al Atlético le queda aún eso. Para el Barça no hay nada detrás de este partido. Para él, es tarde de puerta grande o enfermería.