Di María, secundario estelar

Lo que ha hecho Ancelotti con Di María es para quitarse el sombrero. Ha pasado de tener billetes con destino a otra liga en Navidad a convertirse en el agitador perfecto para un equipo que entiende el vértigo como parte fundamental del juego. Su cambio por Illarramendi (o espabila o la final de la Champions le va a quedar muy grande) encendió la mecha para que el Madrid tocara a rebato en su búsqueda desesperada y algo desordenada por conseguir el campeonato. Es cierto que al ser tan eléctrico y jugar a revoluciones tan exageradas a veces se mete en laberintos sin salida, pero su entusiasmo, entrega y ambición le han convertido en futbolista clave para el equipo. Acaba desfondado los partidos, exhausto por el esfuerzo y no entiende de rotaciones o descansos. Ha conseguido que un público tan exigente como el del Bernabéu haya reducido a anécdota su desprecio en forma de tocamiento. El entrenador sabe que ningún otro futbolista de la plantilla es capaz de ser tan vertical en lo ofensivo y a la vez tan generoso en el esfuerzo defensivo.

Di María ha pasado, en cinco meses, de ser un quebradero de cabeza para el club a una bendición para Carletto y el vestuario. En un equipo en el que Cristiano y Bale se llevan los focos, Di María cumple a la perfección el papel de secundario estelar.