NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Pat Riley y Phil Jackson: el aura y la oportunidad


Ampliar

Pat Riley nació el 20 de marzo de 1945 en el condado de Oneida, en Nueva York. Acaba de cumplir 69 años. Phil Jackson Nació en Deer Lodge, Montana, el 17 de septiembre también de 1945. Así que los cumplirá en unos meses.

Ambos son dos figuras sin las cuales es imposible comprender, ni siquiera de forma aproximada, la historia de la NBA. Y ambos llegaron a ella como jugadores en el mismo draft, el de 1967 y cuando la liga, todavía no la gran liga, cumplía 20 años: Riley se llevó el número 7 (San Diego Rockets), Jackson el 17 (New York Knicks). Desde entonces han ganado 22 anillos, 9 Pat y 13 Phil. Boston Celtics y Los Angeles Lakers son las únicas franquicias con más anillos que ellos: 17 y 16. Y el dato laker tiene trampa: desde 1980 no gana un campeonato sin uno de los dos a bordo. En el del 81, el último sin ninguno de los dos como entrenador jefe, Riley ya era ayudante de Westhead.

Ampliar
Ampliar




Riley (un anillo como jugador, otro como entrenador asistente, cinco como entrenador y dos como directivo) jugó doce años en la NBA: Rockets, Lakers, Suns. Jackson jugó 12, siempre en los Knicks antes de un periplo final en los Nets. Riley fue campeón en 1972, Jackson en 1970 y 1973. Los dos fueron jugadores de rol, activos importantes desde el banquillo. Riley daba tandas de descanso a los West, Baylor y Goodrich y firmó una carrera de más de 8000 minutos, casi 4000 puntos y algo menos de 1000 asistencias. Jackson, un ala pívot con perfil de lo que ahora se llama energy guy, aportaba esfuerzo, defensa y envergadura en la segunda unidad. Jugó más de 14000 minutos con más de 5000 puntos y casi 3500 rebotes. Su mejor temporada numérica fue la 1973/74, más de 11 puntos y cinco rebotes por partido. La de Riley, la 74/75 también con algo más de once puntos por partido. Jackson era hijo de un predicador pentecostal y creció sin ver la televisión y sin saber lo que era un baile antes de forjarse como deportista en North Dakota. Riley tenía pedigrí Kentucky y los astros alineados casi desde la cuna: en 1961 jugó un memorable partido de high school, con Linton y contra power Memorial, donde ya sobresalía… Lew Alcindor, después Kareem Abdul-Jabbar y soldado universal a los órdenes de Riley en los Lakers de los 80. Los Lakers de verdad. Los Lakers a secas.

Phil Jackson se retiró tras la temporada 1979/80, en la que un Riley de 35 años que había dejado las canchas cuatro antes conquistó el título como entrenador asistente: el jefe Jack McKinney sufrió un accidente que le obligó a dejar su sitio a Paul Westhead y corrió el escalafón de técnicos hasta situar a Riley ya a pie de pista. Dos años después dirigía la nave. Hizo falta, todo se combaba hacia su lado, que Magic Jonhson se hartara de Westhead y que Jerry West no quisiera coger las riendas del equipo. Entre 1984 y 1988 jugó cuatro finales y ganó tres anillos con aquellos Lakers. En esos mismos años Phil Jackson tuvo que sudar su oportunidad en vieja de la CBA a Puerto Rico. Cuando los Lakers de Riley techaban su reinado y comenzaban a apagarse, nacía la estrella de Jackson: ayudante de Doug Collins en los Bulls en 1987, entrenador en jefe en el 89 y ya en maridaje con Tex Winter, el padre del triángulo ofensivo.

Ampliar
Ampliar




Como primer entrenador, Riley ganó cinco anillos (1982, 85, 87, 88 y 2006, este en Miami), fue tres veces Entrenador del Año (1990, 1993, 1997) y dirigió nueve veces a equipos del All-Star. De hecho la norma de que un entrenador no puede repetir dos años seguidos se hizo a partir de Riley y su inamovible presencia como técnico del Oeste en la edad de oro de los Lakers. Entrenó 24 años por los 20 de Jackson: once anillos: 1991, 92, 93, 96, 97, 98, 2000, 2001, 2002, 2009, 2010. Cuatro All Star como técnico y un premio de Entrenador del Año, en 1996. Se retiró con 1155 partidos ganados por 485 perdidos, un 70% de victorias. Riley ganó 1210 y perdió 694: 63%. En playoffs, 229-104 y 68% de triunfos por el 60% de Riley: 171-111.

Pat Riley dijo: “Nunca se tiene suficiente talento a tu disposición”. Phil Jackson dijo: “No quiero jugadores a los que motivar, quiero jugadores motivados a los que entrenar”. No viví los años de fotos en blanco y negro y puros de Red Auerbah y Bill Russell, y con ese asterisco digo que no ha habido entrenadores como ellos dos. Y que ahora sólo hay uno que se acerca a su aroma de grandeza: Gregg Popovich.

Ampliar





Pat Riley hilvanó los Lakers y Hollywood con el showtime, un estilo basado en correr hasta dejar atrás, con la lengua fuera, al rival. En el arranque del primer cuarto o en el último de un séptimo partido de eliminatoria. En eso y en tener a Magic Johnson, claro. Jackson transformó a Michael Jordan primero y a Kobe Bryant después, y maximizó a Shaquille, gracias a su triángulo ofensivo, con los años aparentemente más un mantra que un sistema, un punto de partida genérico de interpretación ultra abierta que bendijo a todo tipo de jugadores, especialmente a los de una clase única: los inteligentes. Jackson metió en su filosofía vital, mucho más allá del juego, a jugadores de toda clase y carácter. Y sacó siempre lo mejor de ellos. Riley supo amoldarse a los que tuvo a su cargo. Del showtime a la siderurgia de los Knicks que perdieron la final de 1994 en siete abrasivas batallas contra los Rockets de Olajuwon. Riley se hizo cargo de los Knicks en la 1991/992, justo cuando Jackson había comenzado su reinado ganando su primer anillo… a Los Angeles Lakers, en plena transición post Riley con Mike Dunleavy a los mandos. Vasos comunicantes: Jackson iría luego a ganar cinco anillos en Los Angeles entre 2000 y 2010. En los años convulsos entre los Lakers de Shaquille y Kobe y los de Kobe y Gasol, emergieron unos Heat campeones… con pati Riley como entrenador. Y con Wade y Shaquille en pista.

Ahora Jackson cierra el círculo en los Knicks, donde se le pide que ejerza el mismo influjo que sugiere Riley en los Heat: un título como entrenador, dos como directivo después de sobrecoger a la NBA con una conjunción interplanetaria nunca antes imaginada: LeBron James, Dwyane Wade, Chris Bosh. El terreno del ideólogo, el autor intelectual que ha cosechado los anillos octavo y noveno de Riley, es el que afrontará como rookie Phil Jackson, además en una franquicia que es el epitome de los problemas intestinos y que no gana nada desde que él jugaba. Y que sólo ha jugado una final, la del lockout de 1999, desde que llegó a la del 94… a las órdenes de Riley.




Espejos convexos pero de la misma entraña: el éxito como forma de vida. Jackson es el Maestro Zen, la aplicación heterodoxa de una filosofía personal y orientalizada al baloncesto. Riley fue Hollywood, el entrenador mejor vestido y el peinado inamovible. Dos sonrisas: una casi irónica y con cierta retranca, la otra de mandíbula firme y confianza exultante. Pero ambas sinónimo de victoria. Y eso, el aura, es la melodía de seducción que Riley ha interpretado en Miami. Y eso es lo que esperan los Knicks, en plena sequía, del chamán Jackson. Que su sonrisa haga llover. Es el intangible que engloba ese concepto escurridizo y posmoderno: la cultura ganadora. El gen midas que convierte en oro todo lo que toca. Una alquimia infalible que extrae el máximo respeto de todos los círculos de la liga: de general managers a jugadores. Quizá lo único que pueda salvar a los Knicks de una disfunción ya casi endémica. Un redentor zen contra el letargo y una partida de ajedrez que medirá a dos tomos de la enciclopedia de la NBA -Riley y Jackson, Jackson y Riley- desde el próximo mercado veraniego. Los únicos que han sido campeones como entrenadores en dos ciudades distintas. El Riley que llevó a cuatro temporadas seguidas de más de 60 triunfos a los Lakers contra el Jackson que hizo un 72-10 con los Bulls y un 15-1 en playoffs también con los Lakers. Todo, el showtime y el triángulo, Kareem y Shaquille, Jordan y Bryant, al servicio de la autopsia de un juego destripado hasta la piedra filosofal: ganar como jugador y como entrenador, ganar como directivo. Ganar, ganar y ganar. Riley lo ha hecho: convenció a LeBron, toleró los patinazos de Spoelstra. Supo poner cara de tahúr primero y de candidato a la presidencia después. Su sonrisa es el gran sueño americano y el American Airlines Arena es la hoguera de las vanidades de South Florida. Un matrimonio condenado a funcionar. Veremos que sucede entre el equilibrio vital zen, las salidas de tono de James Dolan y las añoranzas de Jackson, del rancho de Montana a las playas de Santa Mónica. Recuerdo: a Jackson le gusta Nueva York pero odia el frío.

Surgió la oportunidad y Dolan se compró lo único que el dinero que no le puede dar: el aura. Lo que va más allá de las estadísticas, de las redes de contactos y las horas al teléfono. La materia gris y el latido vital que hay detrás del baloncesto, unidos. Rodearse de la gente adecuada, tomar las decisiones oportunas, aliarse con la suerte y atreverse donde otros se achican. Es la vida de Riley y es la vida de Jackson. ¿Qué jugador no escuchará los consejos de quienes los susurraron en el oído de Jordan o Magic? ¿Quién dejará pasar la oportunidad de unir se nombre al de los que siempre, de una manera o de otra, acaban ganando? Ahí llegaron los Heat y ahí quieren mudarse los Knicks: el aura y la oportunidad. Justo lo que están perdiendo los Lakers mientras los que escribieron su historia la revisan ahora en otras latitudes. Incluso Hollywood, incluso la butaca de Jack Nicholson y la camiseta de Magic Johnson colgando del cielo estrellado del Staples pueden quedar atrás como símbolos de otro tiempo. No se trata de quién eres sino de dónde creen los demás que les puedes llevar. Eso han sido siempre los Lakers, eso pueden dejar de ser ahora entre otras cosas porque quedan muy lejos los tipos que fueron causa y parte de su leyenda. Uno se fue hace tiempo, el otro lo acaba de hacer dejando esposa y directiva en las oficinas de San Segundo. Así que cuidado, Jim Buss, al aura hay que sacarle brillo. Incluso a la de los Lakers, la que jamás marchitaba.