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Diego Costa llega y Puyol se despide

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España-Italia en el Calderón, en noche que servirá como homenaje a Luis Aragonés en la que fue por tanto tiempo su casa. El homenaje se lo tributará 'La Roja', como él rebautizó a la Selección Nacional en la primera de sus iniciativas para darle una nueva personalidad a un equipo de historial hasta entonces borroso, tristón y vacilante. Acompañó la nueva denominación con un estilo de juego igualmente novedoso, el 'tiqui-taca', revolución de claveles, apuesta radical por el talento y el toque, en desprecio de la estatura y el músculo. Todo un contraste con la gastada leyenda de la 'Furia Española'.

Ese equipo pasó de las manos de Luis a las de Del Bosque, que gestionó la herencia inmejorablemente bien. Esta noche presenta una novedad llamativa, Diego Costa, delantero no nacido en España con inclinaciones pendencieras que a muchos desagradan, pero excelente jugador y español por los años que lleva aquí, no por conveniencia para colarle en el equipo. Ni es el primer nacionalizado que juega en la Selección ni su presencia es discutible desde el punto de vista futbolístico. Hay pocos delanteros de su nivel en el mundo. Le pisa los talones al mismísimo Cristiano en la tabla del 'pichichi'.

Llega el mismo día que sacamos el pañuelo, con tristeza, para despedir a Puyol, que anuncia, noble, que no da más de sí. Dejará el Barça, dejará por tanto la Selección. Quedan atrás seis imágenes, levantando otras tantas copas como capitán del maravilloso Barça de 2009, y otra más, la de su cabezazo tremendo a Alemania en la Copa del Mundo. Ese gol hizo posible la final, con la parada de Casillas a Robben y el glorioso gol de Iniesta. Fueron cien partidos en la Selección, siempre bravo y acertado. Los años y las lesiones le pueden, pero el recuerdo no lo borrará nada ni nadie.