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Una gran final y no un juicio

Lo del mañana ante el Levante es un partido a cara de perro. No ganar sería condenarse un poquito más, permitir que la brecha con los de arriba se haga más grande . En definitiva, seguir desangrándose de forma lenta y silenciosa, que es lo que lleva haciendo el Valladolid desde que comenzó la Liga. Sin ruido, sin presión, como si no pasara nada, pero camino de la Segunda División ante la impotencia de la incansable afición de Zorrilla y el conformismo y la incapacidad de la presidencia del club de la ciudad. En el Valladolid nunca pasa nada. El equipo se hunde y no pasa nada. Los campos de entrenamiento están impracticables y no pasa nada. Se marcha Ebert y no pasa nada. Sissoko se fuga y no pasa nada. Con Suárez nunca pasa nada. Y así le va.

Pero ante el Levante no se decide la capacidad del máximo accionista actual del club. Tampoco debe ser un juicio a Juan Ignacio Martínez, que como no gane, será sustituido, salvo ataque de enajenación repentino del presidente o sorpresa mayíuscula de otro tipo, que todo puede pasar después de lo estamos viviendo este año. Mañana, el Valladolid se juega sacar la cabeza, tomar oxígeno, poder seguir peleando por continuar en Primera, evitar el descalabro que significa un descenso. Con el calendario que resta por disputarse, el Pucela no puede ceder más, no tiene margen de error, ni espacio para la maniobra. El tiempo se acaba y corre en su contra. Aunque en el club no pase nunca nada, en el campo ya urge ganar. Eso, o bajar.