Cristiano queda a merced del Comité
¿Fue agresión o no fue agresión? ¿Podrá Cristiano jugar en la Copa ante el Atlético o no? El fútbol tiene entre sus virtudes (o vicios) que nunca descansa. En días como este es en los que toma sentido aquello de que el Demonio, cuando duerme, mata moscas con el rabo. Tres hombres justos estudian estos días un caso diabólico. No se puede decir seguro que Cristiano quisiera agredir a Gurpegui, pero tampoco lo contrario, porque si no le quiso agredir, ¿qué quiso hacer? Y si Ayza tampoco ayuda en su acta, al decir que el juego estaba parado, ¿a quién acudimos para fijar criterio?
Y luego está un segundo episodio, las palmaditas en la cara. Y más allá, como telón de fondo, está la larga y tortuosa jurisprudencia de nuestro fútbol. Tan tortuosa que me parece hasta blasfemo utilizar para estos fines el término jurisprudencia. Porque hemos visto decisiones de todos los colores, según apretones, líos, conveniencias, idas, venidas o tíos, páseme usted esos ríos. Este encima es un caso especialmente enredoso. Cristiano hace algo que se parece a tirarle del pelo hacia abajo a Gurpegui. ¿Es eso agresión? Desde luego, una acción así provoca dolor físico en el que la sufre, pero ¿es agresión?
Encima Ayza dejó al Madrid sin sacar la última falta. Para su reloj estaría cumplido el descuento (para la tele, no), pero aun así contravino la práctica, a mi juicio viciada, de apurar esas jugadas. Más madera para la protesta madridista. Cristiano pudo (debió) ahorrarse el lío en el que se metió, que empezó por su reclamación de unas manos que no hubo, y luego fue víctima de su propio embrollo. Acabe como acabe esto, le debe servir de enseñanza: un Balón de Oro, estrella del Madrid, debe evitar darle oportunidades de lucimiento a un árbitro mediocre. Crsitiano lo hizo, y ahora espera el castigo.