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Hay guerra de ultras en el Real Madrid

Cuando Laporta se enfrentó a los ultras en el Barça y literalmente los sacó del estadio pensé que su ejemplo cundiría. Es de esas cosas que hasta que alguien se decide a hacerlas nadie piensa que sea posible. Por eso, porque demostró que era posible, pensé que lo harían otros. E, ingenuo de mí, pensé que el primero en imitarlo sería el Madrid, al que le hubiera correspondido. Pero no. Los ultras siguen ahí, y el Madrid hasta permitió a una delegación, escoltada por miembros de seguridad del club, salir al campo a darle una placa de plata a Mourinho en la bocana de vestuarios el día de su despedida.

Habían estado cantando durante el partido ‘Marca y As, cámara de gas”, asunto sobre el que esperé, en vano, que se interesara Antiviolencia. Pero no. Prefiere lucirse en otras cosas. El Madrid no sólo no acabó con los ultras sino que, como todos los clubes, está en buena resonancia con ellos. La cosa consiste en repartir ciertas prebendas y así se puede ejercer un discreto control sobre ellos. Un suponer: con Mourinho hasta el final, y contra la prensa, que le persigue porque quieren hacer las alineaciones. Otro suponer: no gritéis ya a Casillas, que Mou ya se ha ido y la Champions está por encima de todo.

Lo malo es que esas prebendas despiertan la codicia de los que no mangonean. Y a los ultras dominantes se les enfrentan ahora los que vienen detrás en edad, pero no en atrevimiento. Ya ha habido pelea entre ambos sectores, pelea de verdad. Eso es nuevo. Ultras de distinto color se han aporreado gozosamente allá y acullá desde hace mucho. Ultras del mismo color en guerra civil se me hace nuevo. Un problema desagradable en el seno del Madrid, un problema sobrevenido porque Florentino no hizo lo que Laporta, no sé si por cobardía moral o por conveniencia. Aún está a tiempo de hacerlo. ¿Querrá?