Ante una sucia utilización de La Roja
España va a jugar este sábado en Guinea Ecuatorial, un país en manos de una familia rapaz. Nos unen con ese país lazos culposos: fue colonia nuestra. Salimos de allí de mala manera dejando en el poder a un dictador llamado Macías, que garantizó el chollete de determinadas familias españolas. Le derrocó su sobrino, Teodoro Obiang, que tuvo la suerte de que bajo aquel suelo apareciera un petróleo insospechado. Eso ha hecho al país muy rico, pero con la riqueza peor repartida del mundo, salvo error u omisión. Allí va a jugar España el sábado, unos dicen que por nada, otros que por unos millones.
Un partido para la nada, consecuencia fatal de unas decisiones inconsecuentes. España tiene dos fechas a cubrir. Aprovecha una de ellas para cumplir el compromiso de jugar en Sudáfrica, donde ganó el Mundial. Eso tiene un pase. El vicio viene en el camino a ese partido. Primero se habló de Gabón, donde no hay campo en condiciones; luego, de Angola, lo que resultó ser una fantasía de un embaucador en busca de dinero fácil. Finalmente hemos acabado en Guinea, donde no hay Liga, ni casi jugadores autóctonos, y donde impera un poder infame. Eso sí: Blatter entregó allí la Copa África de 2012.
La Federación deja caer que el Gobierno empujó discretamente en esta dirección. Desde luego, hay relaciones con aquel país y ahí ha estado estos días el Secretario de Estado para la Cooperación Iberoamericana, Jesús Gracia. Pero fuentes discretísimas del Gobierno prefieren asegurar que este partido no es más que la consecuencia de una serie de rebotes para cubrir una fecha perdida, y prefieren relacionarlo con la presencia de Goikoetxea como seleccionador de Guinea. En fin: la cagada, perdonen la expresión, está hecha. Pero esto exige una explicación a dúo, de la Federación y de Exteriores.