Cuentan los aficionados veteranos que en los años 50 y 60 la gente era más de sus equipos que de la Selección. Y si los jugadores de su club no iban con el equipo nacional, no tenían especial interés en que España ganara ese partido. Ese sentimiento se ha mantenido, en menor medida, en generaciones posteriores. Y los más reacios se han convencido mayoritariamente en el último lustro, con el dominio del  fútbol mundial del tiqui-taca de La Roja.

Ayer los casi veinte mil que abarrotaron el Carlos Belmonte eran muy de España. Y muy de Iniesta. Y muy de Iker Casillas, de quien también corearon con fuerza su nombre casi tanto como el del de Fuentealbilla, antes del partido y después de hacer una de sus paradas salvadoras a los inocentes georgianos. Ahora hay aficionados que son más de la Selección que de sus clubes. Y también sucede lo mismo con jugadores de La Roja. Algunos jugadores de la Selección, por ejemplo Xavi y Casillas, son  más de la Selección que de sus clubes. Es muy del Barça, el catalán, y del Madrid, el madrileño, pero son más incluso  de el España, como dicen en mi barrio. Y el España jugará otro mundial. En Brasil. Y para ganarlo. ¡Bravo!