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El dúo desafinado de Messi y Neymar

La pareja. La pareja azulgrana estuvo ayer desafinada, desde el principio hasta el final del partido. El corolario fue el penalti que sancionó el palo largo. Messi no estaba ni para eso. Neymar, que era el esperado, se cayó y no solo porque lo acribillaran los defensas atléticos. Pero es que ese es el oficio del que defiende, cerrar el paso, y el trabajo del delantero es abrirse paso. No hubo manera. El gran estreno fue un gran fiasco. Neymar no hizo otra cosa que decepcionar. Que se levante.

La moral. Una Supercopa es una Supercopa, diga lo que quiera el famoso entrenador portugués, pero ignoro cómo le sentará al espíritu de estos futbolistas ganar con tan poco premio y con tanto apremio. Ante un Atlético que a veces estuvo formidable, el Barça de anoche pareció un remedo defensivo del peor equipo de los últimos tiempos. Ni los medios legendarios estuvieron a la altura de su leyenda, y tan solo se salvó, otra vez, el portero, Víctor Valdés. Se merece todas las estrellas que le quiera poner Santi Giménez.

Las faltas. El penalti pitado por el árbitro en los minutos finales fue el momento culminante de un escenario faltón montado por los atléticos para corregir la belleza de algunas de sus jugadas. Delante tuvo a un cómplice, el árbitro, lamento decirlo. Nunca hablo de los árbitros en estas crónicas, pero me parece que el señor de anoche merece alguna línea. Jugó peor que el peor de los futbolistas de ambas plantillas. Un dato que me resultó escalofriante: el patadón que, sin balón ni motivo, le dio Diego Costa a su compatriota Alves. Ensañamiento así, tan explícito, sólo esconde ansiedad o mala fe. Y luego el árbitro soportó que ese futbolista le enfrentara la cara como en una pelea de barrio bajo. Muy feo. El Atlético no se merece eso. Y el fútbol no se merece el arbitraje de anoche.