Barça, capital Múnich; la estrategia azulgrana y mezquindad en el adiós

Barça, capital Múnich; la estrategia azulgrana y mezquindad en el adiós

Frías despedidas. El Barça se distingue, como los grandes clubes, por ser mezquino en las despedidas. Pasó con Ladislao Kubala, y al Madrid le sucedió con Di Stéfano. Al Barça le pasó con Zubizarreta, pero a éste se le tiene que haber olvidado, porque está en una directiva que tuvo el arrojo de desposeer a Johan Cruyff de una distinción que le había entregado Joan Laporta. El fútbol es un estadio lleno de pasiones que no duermen, y entre esas pasiones están las mezquindades, que persiguen sobre todo a las directivas, que no distinguen entre sus funciones y el trabajo de sus empleados, a los que en un momento determinado siempre tienen la tentación de despreciar.

Dar el tipo. En ese marco se encuadra, por ejemplo, el fiasco mayor de la historia del Real Madrid, cuando Florentino Pérez consideró oportuno dejar a Del Bosque fuera de una organización para la que había obtenido tanto éxito simplemente porque él creía que no daba el tipo. Repitió esa hazaña del desprecio algún tiempo después, cuando decidió que el caballero Pellegrini era más guapo fuera del Madrid. Luego vino Mourinho y ya se sabe qué pasó en esos años turbulentos a los que ahora hay que apacentar como las ovejas descarriadas. En medio, claro, grandes cantidades de dinero que no se justifican porque en el fútbol casi todo es líquido hasta que se haga sólido y te caiga como una piedra en la cabeza.

Indisponer. Esas piedras terminan cayendo, y ahora está cayendo una muy grande en Barcelona, lanzada desde Italia por el nuevo entrenador del Bayern, Josep Guardiola, la mayor gloria azulgrana de todos los tiempos. El Barça no lo supo despedir. Es más, en la despedida propiamente dicha el presidente (con Zubizarreta, todo hay que decirlo) hizo lo imposible por indisponerlo, convirtiendo su noticia en la noticia de Vilanova. Por supuesto que el presidente Rosell (y Zubi) tenía derecho a usar ese momento como le viniera en gana, pero hay formas a las que hay que darles determinado protocolo. Luego diseminó esa directiva todo tipo de insidias por los medios. Hasta que todo eso se convirtió en una piedra que cayó en el Lago Garda, donde se prepara el Bayern, como un insulto.

Desacreditar Y saltó Pep. Qué esperaba Rosell, qué esperaba el Barça. Demasiado aguantó Josep Guardiola. Ahora no se callará más; tratarán de desacreditarlo desde Barcelona. Y en esa estrategia el club catalán corre el riesgo de convertir Múnich en la capital del Barça. A Pep no le importa: ya se ha soltado.

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