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Etapas por equipos como castigo

Las etapas por equipos nacieron como un castigo a la falta de combatividad de los ciclistas. Se la sacó de la manga Henri Desgrange en 1927. Por entonces los ciclistas ya le habían tomado el gusto a marchar en pelotón y el año anterior once de las 17 etapas acabaron en un sprint más o menos numeroso. Y el Tour prácticamente se decidió en el viaje pirenaico Bayona-Luchon, para el belga Lucien Buysse. Aquello no lo podía consentir Desgrange, que concebía su carrera como una batalla de resistencia hasta el agotamiento.

No eran unas cronos como ahora las entendemos. Por sorteo, los equipos salían con quince minutos de intervalo. Aquel sería además el Tour con más etapas: 24, cifra que luego sólo se igualaría cinco veces (1931, 51, 58, 79 y 81). Y de ellas catorce se disputaron bajo esa nueva fórmula.

Eso dio ventaja a ciclistas con buenos compañeros. Pero dio igual. El luxemburgués Nicolas Frantz puso las cosas en su sitio, otra vez en la etapa de montaña Bayona-Luchon.

Aquella etapa tuvo una buena anécdota. Se dio la salida a media noche y los corredores marcharon muy tranquilos esperando la salida del sol. Hasta que un espectador avisó que un corredor había pasado hacía 45 minutos. Efectivamente, el italiano Gordini había aprovechado la oscuridad para escaparse furtivamente. Pero entre la reacción del pelotón y los problemas de piñón y cadena que tuvo en el Aubisque, fue atrapado por Frantz en el Tourmalet.

La fórmula de salida por escuadras se repitió en 1928, pero nunca más. La contrarreloj por equipos como tal se creó en 1954 (Ruán-Ruán, 104 km) y ganó la selección Suiza.