Hace algunos años, todos en España íbamos con Brasil. Ahora sonará raro, pero era así. Por menos de nada, España no iba al Mundial, y si iba era para quedar mal. Teníamos buenosclubes, sobre todo el Madrid y el Barça, pero no sólo ellos. También el Atlético, el Valencia, el Zaragoza. Copa de Europa, Recopa, Copa de Ferias... Nuestros clubes en general prosperaban, quedaban bien, llegaban a las finales, las ganaban... En cambio, la Selección más bien daba el cante. Quedaba eliminada en el camino (1954, 1958) o en la primera fase (1962, 1966) o volvía caer en la fase previa (1970, 1974...). Y así...

De modo que casi toda mi generación (habrá excepciones) era de Brasil. Lo que, a la vuelta del tiempo, me hace preguntarme por qué los sucesivos seleccionadores, de cuya relación les haré gracia, no se apoyó en los virgueros de la época. Cuando empecé a aficionarme al fútbol siempre tuve que lamentar que los jugadores de más clase (Velázquez, Marcial, Germán, Guedes...) apenas fuesen a la Selección. Se les metía de uno en uno, cuando no de ninguno en ninguno, a mayor provecho de abruptos pateadores de cuero que llenaban el medio campo de sudor, ansia y confusión. Y perdíamos, claro.

Así que íbamos con Brasil. La Brasil de Garrincha y Pelé, la de Sócrates y Zico, ésta de suerte desdichada en el Mundial de España. De repente Brasil nos traicionó, porque descubrió a Dunga y creyó que con ese modelo mejoraría en no sé qué y lo que hizo fue, en puridad, degradarse. A cambio, España rompió a jugar bien, recogiendo, limpiando y levantando la bandera que Brasil (¿por qué?) tiró al barro. Ahora a Brasil le queda Neymar, que luce en un grupo que no honra su camiseta. ¡Qué tipo este Neymar, cuánto merecería haber nacido antes! Me parece que esto va a ser España contra él.