La Roja como espacio de recuperación

La Roja como espacio de recuperación

La Selección como ámbito de felicidad, lo que no había sido nunca. La semilla la puso Luis, que hizo la apuesta radical por el talento en desprecio de la estatura y el músculo. La regó Guardiola, que completó el modelo con un sistema de colocación arriba que ahogaba al rival. Y todo eso lo ha mantenido y hecho prosperar Del Bosque, con su vieja, calma y cachazuda sabiduría, hasta convertir La Roja no sólo en un grupo eternamente ganador, sino en un espacio de felicidad. Casi un balneario donde cada cual vacía los traumas que sufre el resto de la temporada, en el atrabiliario mundo de los clubes.

Conocí tiempos en los que la Selección era el mal rollo. Por menos de nada no se clasificaba para la fase final correspondiente, y si se clasificaba era para quedar mal. Y entonces volvían todos de morros, echándose de forma directa o indirecta las culpas los unos a los otros. Ahora es otra cosa. Ahora los sofocos que da la vida de los clubes los resuelve la Selección. Casillas ha sido rehabilitado en Brasil, con la anuencia de Víctor Valdés, Cesc se ha quitado de encima las sombras que traía, Arbeloa ha vuelto a jugar bien, Soldado se ha compensado del chasco de la Champions... Todos disfrutan, en fin.

Es gracias al balón. El balón como espacio común de disfrute, como playa amplia y soleada en la que se entra a placer, se surfea, se nada y se disfruta. Todos estos chicos juegan bien y el buen fútbol es contagioso. La clave es esa: al fútbol se juega. Nunca dijo nadie: “Vamos a correr al fútbol”. Siempre se dijo: “Vamos a jugar al fútbol”. Y eso hace La Roja, en torno a Iniesta y a Xavi y ahí se entienden todos. En ese balón compartido se entierran las broncas Madrid-Barça, la cizaña de Mourinho, los recelos sobre quién juega o quién no, los siete goles del Bayern. En fin: La Roja y el balón. Un balneario.