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El fútbol es y será de los futbolistas

La foto de la comida de un amplio grupo de jugadores del Madrid sin el cuerpo técnico es llamativa, pero no viene a ser sino la expresión de una vieja verdad: el fútbol ha sido, es y será de los futbolistas. Hay entrenadores mejores y peores, casi todos ganan y casi todos pierden, algunos ganan mucho y pierden poco (de esos era Mourinho) pero su aportación no deja de ser poco más que un diez o un quince por ciento de la suma final. Es verdad que ese porcentaje da o quita títulos. Pero el grueso del mérito o del demérito corresponde al grupo. Un grupo bueno, una unidad de propósito. Eso es lo que se requiere.

Un buen entrenador no hace un gran equipo: un gran equipo lo hacen grandes jugadores. Pero un mal entrenador se carga un equipo... salvo que el grupo sepa colocarse por encima del problema. Muchas veces se ha visto. En el Madrid, desde luego. Heynckes estaba con ánimo dimisionario la víspera de la final que dio la Séptima y el grupo supo sobreponerse a su debilidad (provocada por ellos mismos, todo hay que decirlo) y ganó aquella copa. Ahora, en vísperas de otra final, un grupo fuerte de la plantilla come sin su extravagante jefe. Amigos, los que juegan y los que no, conscientes de su valor. Eso es.

Más allá de las intemperancias del jefe, más allá de la postura de los que comulgan con él y están en su derecho de hacerlo, el macizo del grupo refuerza los lazos de amistad para terminar decentemente la temporada. El Atlético tiene un potencial, y en su caso el entrenador suma ese porcentaje deseable. Es el hilo que une las perlas. En el Madrid, roto el hilo natural, el entrenador, el grupo lo reconstruye en un ejercicio de responsabilidad compartida. Ganar o no la Copa es la distancia entre aprobar el curso o dar un cante tremendo. Ellos lo saben, por eso recomponen lo que a Mou se le ha roto.