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Operación 3-0: un gol cada media hora

Aquello era un loquinario programado: los tres primeros balones que pillemos, chutamos a puerta desde cualquier parte; los tres primeros balones que ellos cojan, entrada fuerte y, si pitan falta, cinco a acusar a la víctima de fingir y cinco a increpar al árbitro; la primera falta que devuelvan ellos, cinco a abrumar al que ha hecho la falta y cinco a abrumar al árbitro... Era casi un ritual satánico. Esas actitudes enfervorizaban a un público mayoritariamente de a pie y afligían a los rivales y al árbitro. Así remontó el Madrid varias goleadas... sufridas en el partido de ida en condiciones parecidas, todo hay que decirlo.

Aquello hizo leyenda. Aquello llegó a ser tan apasionante que, lo puedo asegurar, cuantos más goles recibía el Madrid en la ida más entusiasmo había por ver el partido de vuelta. Había quien asaltaba las puertas, aún sin tornos, porque no había conseguido entrada. Se colaban miles de personas sin billete, simplemente porque no lo habían podido conseguir tras haberlo intentado y sentían el derecho y la necesidad de ver el partido. No todos se televisaban. O ninguno. Los que no llegaban suficientemente pronto encontraban tan tupido el camino de la puerta al vomitorio y el asiento y se quedaban sin verlo. Fue así.

De ese tiempo viene lo de ‘Noventa minuti en el Bernabéu son molto longo’, de Juanito. O lo del ‘Miedo escénico’ de Valdano. Aquello ha quedado tan en la entraña del Madrid que lo de hoy parece posible. Es otro tiempo, desde luego. Mourinho, tan sieso como suele, miró su ombligo en la rueda de prensa: “Si pasamos ganará el Madrid, si no llegamos a la final será mi fracaso”. No, no es la manera. La manera es todos a una, ni ombligo ni orgullo, ni Tercera ni Décima. La manera es volcar toda la pasión y toda la precisión en noventa minutos, marcar un gol cada media hora y abrazarse luego todos.