Di María alarga la condena

Di María alarga la condena

Ya hace muchos años, antes de la Guerra, un periodista, Acisclo Karag, escribió algo así como: “El Madrid es un equipo que siempre que juega bien gana, y cuando juega mal a veces también gana. El Atlético de Madrid es un equipo que siempre que juega mal pierde, y cuando juega bien a veces también pierde”. Cuando me encontré con esa frase llevaba años viendo a los dos equipos y podía dar fe de que las cosas seguían siendo así. Y así siguen aún. Ayer los dos jugaron mal, así que ganó el Madrid. Si los dos hubieran jugado bien, habría ganado el Madrid igualmente, me figuro. Ya lo dijo Karag.

Hay algo de maleficio en esto. El Atlético salió como una moto y marcó muy pronto. El Madrid, con ocho reservas, la mirada en el martes y la guadaña del alirón del Barça alejada por el empate final en San Mamés, lo tenía todo para perder. Pero pronto se encontró con un gol que cayó del cielo. Aquello desesperó al Atlético, que se metió en un ritmo loco que en el fondo favorecía al Madrid. Mourinho, cuco, agitó las pasiones desde la banda. Aquello fue un torbellino de carreras, faltas, tarjetas y voleones que perjudicaban al que más podía poner sobre el césped en caso de calma: el Atleti.

Porque al fin y al cabo, el Atleti estaba entero, en su estructura, y el Madrid era un grupo raro y mal montado. En la segunda mitad el Atlético salió con más cabeza, pero de repente un relámpago entre Benzema y Di María valió el uno-dos. Y ya se le vino la noche encima al Atlético. Otro derbi sin ganar (y son veintinco), otra derrota en casa ante el Madrid, y ya son siete consecutivas. Aún queda la final de Copa, pero si el Atleti ha perdido en el Calderón contra los suplentes del Madrid, ¿podrá ganar en el Bernabéu a los titulares? ¡Qué difícil es creer! Pero eso es el Atlético: fe. Que es creer en lo que no se ve.