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Rosell vive con la obsesión de Laporta

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Laporta sacó a los ultras del Camp Nou, Rosell los ha vuelto a meter. Lo que hizo Laporta me pareció muy difícil y meritorio (a él le costó disgustos), lo que hace Rosell ahora me parece una melonada gigantesca. La única explicación que encuentro es un deseo casi obsesivo de perseguir la sombra del predecesor, de desandar el camino que recorrió. Ahora no se trata ya de una persecución judicial o de hacerle pagar muy caro el error de incorporarse a la presidencia unos días antes de lo debido. Ahora consiste en resucitar el gamberrismo en el único estadio de España que había sido capaz de abolirlo.

En síntesis, Rosell ha establecido que se pueda ir al fútbol por diez euros (al fútbol del Camp Nou, nada menos) siempre que se sea suficientemente gamberro para merecerlo. La explicación es infumable. Necesitaba animación en el estadio. ¿Le ha ido tan mal al Barça sin esa ‘animación’? ¿No ha vivido su época más brillante en títulos de todo orden sin los ultras, embelleciendo los éxitos con un ambiente ejemplar? Dice que daba las entradas a buenos chicos que, mala suerte, las revendieron a violentos. Luego confesó, tras mentirijilla previa, que sí habló con los Boixos, pero “de buena fe”.

Un error descomunal que ahora le costará enmendar. Con eso de los ultras todo el mundo se engaña tratando de pactar buen trato a cambio de buena conducta. Pero ultras son ultras y antes o después te la lían. Cuanto más lejos, mejor. Estos ya han reaparecido tirando una bengala a la zona del Madrid; por cosas así se pueden producir movimientos peligrosos en los estadios, de consecuencias tremendas. Rosell tiene todo su derecho a detestar a Laporta, es humano. Dos amigos que rompen, eso es todo. Pero perseguir cada cosa que su antecesor hizo en el Barça sólo le llevará a cometer barrabasadas.