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Cristiano Ronaldo vuelve a Old Trafford

Habría que estar dentro de Cristiano Ronaldo para saber cómo se va a sentir esta noche en Old Trafford. Llegó al Manchester United siendo todavía un muchacho, casi un niño. Allí abrió los ojos a la vida, en un mundo ajeno al suyo, en un idioma ajeno al suyo. Se convirtió, por sus condiciones y su voluntad, en una estrella en su campo profesional. Tuvo los consejos de un hombre mayor, cascarrabias pero con su lado tierno, con el que estableció quizás la relación que nunca pudo tener con su propio padre, desaparecido prematuramente. Un día voló de aquel nido, para felicidad del Real Madrid.

Ahora vuelve, como enemigo fugaz. Seguirá sintiendo cariño por aquella hinchada, por Ferguson, por los varios compañeros de caseta, victorias, derrotas, viajes y bromas que aún le quedan allí. Vuelve madurado definitivamente, sin los gestos de ‘vedette’ que tanto le afeaban. Ahora es un jugador adulto, poderoso, goleador, sensato. Un enemigo formidable para el equipo que le formó. Un jugador que descuella claramente en esa convención de figuras que siempre es un Manchester United-Real Madrid. Dos clubes, por otro lado, unidos por un viejo respeto. Pero hoy sólo puede quedar uno en pie.

Fútbol es fútbol. Dennis Law jugó doce años en el gran United de los sesenta, donde formó una Santísima Trinidad con George Best y Bobby Charlton. Ya pasados los treinta, le dieron la baja. Recaló en el City, el eterno rival. Y en el último partido de Liga mandó al United al descenso con un gol de tacón. Aquello le abatió. No lo celebró (de ahí viene tanto lo de no celebrar goles) y se retiró del fútbol. Si Cristiano marca hoy no lo festejará, ya lo ha dicho, para evitar más daño a Ferguson y a la hinchada. Pero esa es toda la piedad que pueden esperar de él: no celebrar. Pero marcará si puede, que nadie lo dude.