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Mentiras de la Fórmula 1

Actualizado a

Cuando llegué a mi primer gran premio, alguien me dijo que este deporte es cartón piedra. Tenía razón. Éste es un espectáculo en el que las curvas imposibles son un difusor soplado o doble, las reglas están para saltárselas, la clave es ir contra el reglamento o más allá, los ingenieros compiten por llegar un poco más lejos del límite, el campeón es campeón, entre otras cosas, porque un coche de su escudería satélite, primero, y un heptacampeón que tira su leyenda a la basura, después, le dejan pasar. Del octavo al sexto y a mí que me registren.

Este es un espectáculo en el que el jefe supremo es un señor de 82 años capaz de llamar broma a la escudería más legendaria, mientras los otros agachan la cabeza ante una bandera verde que apareció de repente donde reinaban las amarillas. La F-1 es una mentira. Con algo de verdad. Porque aquí hay pilotos que se juegan la vida y alguno, como Alonso, aparece de cuando en cuando para hacer lo que otros sueñan. Y poner a nueve millones de españoles ante la tele. Para ver a uno de los suyos dejarse el alma por ganar.