Ante un Clásico para la concordia

Ante un Clásico para la concordia

Dedicamos nuestra portada a Casillas y Xavi, que juegan su 31 clásico frente a frente y siguen siendo tan amigos. A esa amistad dediqué mi libro sobre la rivalidad Madrid-Barça ('Nacidos para Incordiarse') y esa imagen feliz de los dos sosteniendo una copa ganada conjuntamente es la metáfora de lo que para mí significan el Madrid y el Barça: un recíproco estímulo en el camino de la perfección. Y no pretendo ponerme místico, sólo recordar que el deporte sirve para exaltar los valores físicos y morales de la especie y que la rivalidad es un estímulo. Y lo del Madrid y el Barça es una estupenda rivalidad.

Pero rivalidad no es enemistad. En ese sentido me hizo feliz el 'twitter' de Piqué el otro día deseando la recuperación rápida de Pepe, que fue uno de los ogros del periodo más feo de los clásicos. (Piqué y Ramos, por cierto, se hicieron la foto para la portada de AS en la víspera de la final de la Eurocopa, recuerdo). Hace un año Mourinho le metía el dedo por el ojo a Tito. Ahora admite que, como dijo el propio Vilanova, el indulto federativo no alcanza al verdadero castigo, que es la persistencia de esa imagen. Esa será su pena, que en esas palabras él admite merecer. También Mourinho es ahora otro.

El único que ha roto filas ha sido Cruyff, pero él ya no juega. Su ataque a Mourinho suena hoy como algo anacrónico. Siempre le agradeceremos su buena influencia en el fútbol español, al que trajo la escuela que inspiró esta gran época. Pero su tiempo pasó y se nota. Hoy el Madrid y el Barça tratan de superar las broncas de aquella tremenda tormenta de la primavera del 2011 con sus cuatro clásicos encanallados, a los que siguió la turbulencia de la última Supercopa. Ahora me parece que lo peor ha pasado y que encaramos estos dos partidos con un nuevo y feliz ambiente de paz. Y que dure.