Iniesta-Silva, pequeña gran sociedad

Iniesta-Silva, pequeña gran sociedad

Camacho enfrente se nos hacía un poco raro. Demasiado español, demasiado entusiasta de la Selección como para valorarle como rival peligroso. Aquel ¡Iniesta de mi vida! todavía resuena en nuestros oídos. Entre el ¡A mí Sabino que los arrollo! de Belauste en Amberes y el ¡Iniesta de mi vida! de Camacho en Johannesburgo se resume en dos frases toda la historia del fútbol español, de la furia al tiqui-taca. ¿Cómo desear una goleada sobre el grupo que él maneja? Pero, al tiempo, ¿cómo resistirse al deseo de una nueva exhibición de nuestro equipo, ayer celeste en consonancia con la celebración del Celta?

La solución llegó sola: China fue un buen equipo, incluso mejor que España en la primera parte. Algo de abulia por parte de los nuestros frente mucho interés, perfecta disposición sobre el terreno y un plan bien diseñado y mejor ejecutado por parte de ellos. Al descanso su portero estaba poco menos que inédito, a pesar del buen esfuerzo de Silva, que jugaba casi solo, mientras que Casillas había tenido que resolver bien varias emergencias (Una de ellas recordó muchísimo a uno de los tres prodigios que hizo en aquella final de Glasgow). Al vestuario nos fuimos con el cero a cero y gracias.

La segunda parte fue otra cosa. España se enmendó, por vergüenza torera y porque salió Iniesta, que hizo maravillas. Silva se sintió feliz cerca de él. Empezaron a llegar las ocasiones y entonces descubrimos los reflejos de Zheng Cheng. Entre él y el larguero el gol se fue retrasando, hasta la enésima penetración de Iniesta, que cedió a Silva sin mirar. ¡Cómo se entienden estos dos, cómo se buscan, cómo se encuentran! Así que ganamos una vez más, Camacho se fue con la cabeza alta y pudimos disfrutar, aunque sólo fuera durante un tiempo, con el buen juego de España. Sí, este Villar Trophy ha resultado.