El Chelsea se cobró su deuda en Múnich

El Chelsea se cobró su deuda en Múnich

El fútbol le debía una orejona al Chelsea, comentaba yo ayer aquí. Bueno, pues ya la tiene. Quizá no haya sido el modo más elegante de ganarla, pero sí habrá que admitirle algunos méritos: se repuso a un 1-0 cerca del final, salvó la prueba de un penalti en la prórroga, remontó también en la tanda de penaltis, en la que fue dos goles por detrás, se repuso incluso al golpe de que Neuer lanzara y marcara uno de los penaltis del Bayern. Drogba, el hombre de la noche (hasta el penalti tonto que hizo resultó provechoso), marcó el quinto gol de la tanda y le dio a Abramovich esa copa que tanto le ha costado.

Drogba y Cech, como Lampard, Cole, Kalou, Malouda, Terry o Essien (ausentes ayer los dos últimos), llevaban tiempo mereciendo esta copa. Los árbitros les han abrasado más de una vez; llegaron a la final en Moscú y un patinazo de Terry se llevó sus ilusiones. Tanta insistencia les ha hecho merecedores a este premio aunque, francamente, su juego careció de valentía. Dejó el peso del partido al Bayern, defendió muy bien, eso sí, rechazó veinte corners sin apurarse y marcó su gol en el único corner que a su vez lanzó. Así ganó. Así y con la fe indesmayable, que le acompañó hasta la tanda.

Juego defensivo, sí, pero bien practicado. Sin ensuciar el partido, sin robar tiempo, aguantando el chaparrón, manejando el tiempo para irlo poniendo poco a poco a su favor. También es fútbol, aunque no sea el que más nos gusta. Enfrente, el Bayern pecó de precipitación en los remates, tuvo a Mario Gómez bien sujeto y Müller, a pesar de su gol, no fue la pieza que el equipo hubiera necesitado. Robben lo intentó una y mil veces, hasta la extenuación (como Ribéry hasta su lesión), pero cegado por las prisas desde demasiado pronto. Partido tenso, emocionante, bravo. Toda una final. Y una deuda saldada.