España pasó de la pereza al orgullo

España pasó de la pereza al orgullo

A una primera parte indolente, que siempre recordaremos por el gol que regaló Casillas el día de su récord, siguió otra magnífica, que fue a más, en la que por juego, esfuerzo y orgullo España consiguió salvar el resultado. Un empate a dos en Costa Rica no parece gran cosa, pero enmienda la horrorosa sensación que teníamos en el descanso. Un equipo jugaba con ilusión y el otro no. Todos los choques divididos eran para Costa Rica, España se desparramaba, peleada con el balón, con el suelo irregular y hasta con la suerte: Cesc llegó varias veces y remató bien, pero le entró justo la que le pilló en fuera de juego, no las otras.

Y encima falló Casillas, lo que nunca se espera. El día de su partido 127 regaló un gol en una jugada tonta. Quizá lo único que le faltaba ya por hacer en esta Selección. Ya tiene su gol tonto, como lo tuvo Iríbar (aquel balón que palmeó dentro, contra Irlanda), Arconada (el de Francia) o Zubi (el de Nigeria). Fue un gol absurdo al que siguió otro que en otras condiciones, pienso, hubiera parado. Quizá es que, como el resto, no estaba a lo que había que estar. Y Costa Rica sí, vaya si lo estaba. Jugaba con codicia y conocimiento, se venía arriba, disfrutaba de su éxito ante los campeones del mundo.

En la segunda parte cambiaron algunos jugadores, pero sobre todo cambió la actitud general. España empezó a jugar decentemente, luego bien, luego muy bien, al final heroicamente. Iniesta hizo maravillas de extremo izquierda, Villa entró bien al remate, apareció Silva haciendo de las suyas. Todos estuvieron bien, pero también lo estuvo Keylor Navas, que retrasó el gol. Pero llegó, tenía que llegar. Y tenía que llegar, al menos, un segundo, y llegó. Empate. Del mal el menos. De la pereza al orgullo. España salvó el examen con el arreón del mal estudiante que lo deja todo para la última noche, pero lo salvó.