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Silva, en la Santísima Trinidad

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Viendo a España y Escocia ahí abajo, desde la cabina del Rico Pérez, donde compartí transmisión con Carlos Martínez para la SER, no pude por menos que recordar un lejano España- Escocia, el primer partido internacional que vi. No con Carlos Martínez, que no habría nacido, sino de la mano de mi hermano mayor. Escocia nos ganó 2-6 en el Bernabéu, Denis Law mediante. En el mismo partido aniquiló a Vicente y Carmelo, dos grandes porteros que desde ese día no volvieron a la Selección. No tuvieron la culpa. España fue un grupo desmedrado, en manos de una selección histórica y grandiosa.

Lo recordé inevitablemente al ver a España tocar y tocar en busca de ese perfecto primer gol, uno, dos, diez, veinte, treinta toques, vuelta atrás, paso por Valdés, vuelta hacia arriba hasta el gol de Silva. Un juego preciso, limpio, en el que Escocia no podía hacer otra cosa que poner cara de póker. Tenemos una selección fabulosa. Hace cuatro días discutíamos en la transmisión si Torres o Negredo o Llorente o Soldado. Ayer España jugó 60 minutos sin ninguno de los cuatro, con Silva, ese peso mosca de exquisito juego, como falso nueve, y barrió. Silva hizo dos, dio el tercero y se marchó entre aplausos.

Es verdad que se fueron Silva y, poco después, Xavi y España fue menos. Tampoco hay que quejarse. Iban tres a cero y todo estaba hecho. Victoria número catorce, rehabilitación plena de Silva (a mí me parece que forma, con Xavi e Iniesta, la 'Santísima Trinidad del tiquitaca', por mí jugaría siempre), buena presentación de Jordi Alba y solemne elevación de Víctor Valdés a la categoría de número dos, o así yo lo entendí. No fue su mejor noche (en el penalti se lió) pero es un portero soberbio. Y Puyol y Piqué curados. A la Eurocopa con pleno de victorias. Sí, España es ahora muy distinta a la de aquella lejana noche.