Familia que pelea unida permanece unida

Familia que pelea unida permanece unida

Chile cruzó el Atlántico para ganarle a la campeona del mundo. España se reunió en Madrid y viajó a Suiza para oficiar una ceremonia de reconciliación entre madridistas y barcelonistas. Eso se notó estrepitosamente en el primer tiempo, cuando una gran Chile nos ahogó primero en la salida y luego nos desconcertó con su calidad integral de equipo serio, dotado de algunos excelentes jugadores, completo y con pegada. España, con su defensa remendada, su falta de mentalización y la desconfianza que el buen juego chileno le producía, se hundió. En el descanso aquello olía a debacle.

Pero hay equipo y hay entrenador. Quedaban muchas balas en la cartuchera. Una, de oro, Iniesta. Otra, de plata, Cesc. Con ellos y con los otros cambios España volvió a jugar primorosamente bien, desarboló y desconcertó a Chile, empató con bastante rapidez y alcanzó la victoria sobre la hora con un penalti que ellos discutieron, tanto más porque el sospechoso de piscinazo (yo creo que le tiraron) fue Arbeloa, que había tenido grescas con al menos cinco chilenos. Porque cuando se vio desbordada, Chile pegó mucho y Arbeloa aceptó encantado la propuesta y disfrutó cultivando enemigos.

El caso es que remontamos y, para que todo saliera perfecto, una gresca final sirvió de perfecto escenario para la reconciliación. Ya con 3-2, Iniesta regateó tanto y tan primorosamente a un rival que éste se enfadó; Arbeloa acudió presuroso a defenderle y eso armó el revuelo, en el que enseguida apareció Busquets en defensa de Arbeloa. Luego ya se pelearon todos, los rojos contra los blancos, gozosamente amigos de nuevo. Les unían unos colores, un orgullo de campeones del mundo y la satisfacción de una remontada difícil ante un gran equipo. Así que no hay problema: La Roja sigue viva.