Raúl entre los aficionados del Schalke

Raúl entre los aficionados del Schalke

Sólo Raúl es capaz estos días de hacernos apartar, al menos por algunos momentos, la mirada de la tormenta de clásicos que se nos aproxima. ¿Vieron las imágenes del final del partido del Schalke? Un ritual que no conocemos aquí: un jugador sube entre el público, en una especie de altillo habilitado al efecto, y ahí es agasajado por un público tan entusiasta como respetuoso. (Aquí sería inimaginable que no bajara desnudo). Anteanoche el elegido fue Raúl, que tomó el micrófono, disfrutó como un chiquillo e hizo disfrutar. Viéndole así, parecía un jugador criado y crecido en el propio club alemán.

Todo lo que sea fútbol le es familiar a Raúl, todo lo que sea Raúl le es familiar al fútbol de cualquier latitud. Es un caso de lealtad mutua. Me han comentado alguna vez que el Manchester United se puso en contacto con él este verano. Sólo que el Madrid no vio con buenos ojos que fichara por aquel club, no fuera a ser que... Así que escogió el Schalke, que no es lo mismo ni mucho menos, pero jugaba la Champions. Y ahí le tienen, semifinalista, hombre record en goles y partidos y dispuesto a enfrentarse al propio Manchester United, con tan pocas (o tantas) posibilidades de pasar como ante el Valencia o el Inter.

Viéndole en esas fotos, pareciera que al principio sólo estaba él y que todo lo demás, afición, estadio, Schalke, se hubiese ido construyendo después, a su alrededor. Mientras el Madrid y el Barça labran su leyenda con gloriosas victorias, él, expelido por esta galaxia como un cometa errante, ha encontrado otro sistema en el que entrar en órbita. Su juego sigue sin ser hermoso, pero es eficaz. La gente le quiere porque hace lo suyo bien, porque devuelve el precio de la entrada con alegrías y por lo que constituye de ejemplo moral. Quizá no estaba ya para este fútbol nuestro, pero sí está para el fútbol de siempre.