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El Balón de Oro y nuestro viejo fatalismo

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Conocerse la proclamación de Messi y recobrar nuestro viejo fatalismo futbolístico fue todo uno. Salvo excepciones (especialmente en Cataluña, donde la visión barcelonista minimizó el efecto), la mayoría nos sentimos otra vez como cuando el codazo de Tasotti a Luis Enrique, o como cuando el arbitraje de Al Ghandour, o como cuando aquel penalti de Raúl contra Francia. De nuevo esa sensación de que el fútbol no aprecia el amor que le profesamos y los sacrificios que hacemos por él, de que nos niega nuestros méritos, de que nos excluye del círculo de sus preferidos: Alemania, Brasil, Argentina, Italia, Inglaterra....

Esta vez iba a ser, sí. Xavi o Iniesta, tanto daba, y con Messi como brillante escolta. Yo prefería a Xavi, por su excelencia sostenida durante todo el año, otros a Iniesta, por su fabulosa última hora del campeonato. Pero no, no fue para ellos, sino para Messi, cuyo pobre Mundial no fue obstáculo. Y ahí es donde nos dolió: ¿ ya no cuenta tanto el Mundial? ¿Después de ver a Cannavaro ganar un Balón de Oro sólo por su Mundial resulta que a los nuestros no les puntúa? ¿Qué hay que hacer para que un español gane otro Balón de Oro, después de cincuenta años? ¿No vale este Mundial, más la perfección sostenida en el Barça?

En fin, nos hemos quitado de golpe la Eurocopa y el Mundial de encima. Hemos recuperado la piel de perdedores, y perseguidos, el mal hábito de sentirnos cómodos en ella. Un taxista me decía ayer: "Es que los franceses siempre nos han tenido manía". Le expliqué que esto ya no lo llevan los franceses, sino la FIFA, y todo el mar de gente que vota: "Pues peor todavía". Pude decirle que Messi y Xavi son de Adidas y que Adidas preferirá siempre como icono mundial a Messi, y que manda en la FIFA mucho más que Nike, que es la marca de Iniesta. Pero no lo hice. Me pareció que me lo estaba diciendo a mí mismo...