NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

La quimera del 72-10

Echo mano al RAE. Quimera -del latín chimaera, animal fabuloso- es:

1. Monstruo imaginario que, según la fábula, vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón.
2. Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo.
3. Pendencia, riña o contienda.

Con la máxima modestia, podríamos sugerir la inclusión de una cuarta acepción:

Ampliar

4. Fantasía que la prensa especializada inculca en el pensamiento colectivo del establishment NBA en cada arranque de temporada según la cual uno o varios equipos son legítimos candidatos a igualar la legendaria campaña de las 10 derrotas (72-10) firmada por Chicago Bulls en la temporada 95-96.

Claro que hablar de aquellos históricos Bulls llevaría a recurrir a la primera acepción del RAE para referirse a Michael Jordan, el animal fabuloso...


El hecho es que el patinazo in extremis de los Lakers el pasado domingo 24 de enero en el American Airlines Centre de Toronto colocó la marca de derrotas de los angelinos en 11, incluido un vulgar 5-5 en ese partido y los nueve anteriores. La derrota se encargó de cerrar oficialmente la ensoñación 72-10 en lo que respecta a la temporada 2009-10. Hasta el año que viene. Primero sintieron la derrota 11 Cavaliers y Celtics, finalmente los Lakers. La fecha, insisto, 24 de enero. O lo que es lo mismo, apenas media temporada de vida para la fantasía húmeda del sector más sensacionalista de expertos USA. Ni siquiera ha resistido hasta el parón del All-Star, que por otra parte sería un buen momento para empezar a evaluar las opciones de quien llegara con cinco y seis derrotas, digamos, de igualar el icónico 72-10. Tan icónico que nadie habla nunca de superarlo, del 73-9. La meta, la última frontera, es el 10 en el casillero de derrotas. O lo que es lo mismo, el consenso de temporada perfecta en una competición con semejante concentración de calendario y dispersión geográfica. El equivalente en la práctica a un 16-0 en la NFL.

Ampliar

Nos acercamos a febrero y antes de febrero de aquel 96 los Bulls habían perdido tres partidos. Tres. Los mismos que Lakers y Cavaliers han cedido ya como locales, ni nombrar el decepcionante 29-13 de los Celtics. No habrá este año 72-10 y será muy difícil que lo haya en un futuro a corto plazo. En deporte nunca digas nunca, pero deja caer un casi nunca de vez en cuando, este que nos ocupa totalmente justificado. Por los condicionantes de la actual NBA y por la flacidez que en algún momento ha demostrado cada aspirante en esta temporada en la que la cábala ha sido rápidamente ridiculizada. Y porque al final, claro, lo que cuenta es el anillo. Aquellos Bulls remataron su 72-10 con el título y transformaron el dato sobresaliente en historia de oro del baloncesto. Hagamos un viaje a la inversa: Los Celtics de la 72-73 establecieron la mejor marca de victorias para la franquicia en Regular Session (68-14). ¿Cuánto se habla de ellos? Muy poco. ¿Por qué? Porque perdieron por lesión a Havlicek en playoffs y cayeron en la final de la Conferencia Este ante los Knicks. No hay anillo, no hay lugar en la historia sagrada de la liga. No en el Tomo 1, al menos.

Empíricamente improbable

Ampliar

En los últimos tiempos hemos tenido un completo muestrario de equipos que han soñado con la marca universal y ni siquiera han conseguido ser campeones. Tenemos a los espléndidos Suns que ganaron 62 partidos en la 2004/05 en plena orgía de run and gun o a los rocosos Pistons que ganaron 64 en la 2005-06 y rozaban las 50 victorias ante de su derrota número 10. Ninguno de esos dos equipos jugó las finales. Como no las jugaron los Cavaliers que ganaron la temporada pasada 66 partidos, los mismos que los Celtics que sí fueron campeones en la primera temporada del Big-Three, 2007/08. Y tomemos otro caso paradigmático: Dallas Mavericks, por consenso el mejor equipo durante dos temporadas. En la 2005/06 ganó 60 partidos y perdió una final que tenía ganada ante Miami Heat. La siguiente campaña la comenzó en shock (0-4) y después desató un tornado que arrasó la liga con 67 victorias en 78 partidos para un enorme 67-15. A continuación fue borrado del mapa en primera ronda de playoffs por los Warriors del ‘We Believe’ en una de las sorpresas más notorias -y hermosas- que uno recuerda en las eliminatorias por el título. No olvidamos tampoco a los Lakers de la primera dinastía con Phil Jackson, Shaquille y Kobe (durante un fallido curso con Payton y Malone), o a aquellos maravillosos Kings de hace ya casi una década a los que la historia debe un título. Ninguno de estos equipos, ninguno, firmó una temporada de 72-10. Como tampoco lo hicieron los Lakers del showtime, ni aquellos de las 33 victorias seguidas en la 71/72 con Wilt Chamberlain, ni siquiera los Celtics de la 85/86 que firmaron un 40-1 como locales (67-15 total).

Se han buscado y se buscan argumentos de toda índole. Desde luego esta liga es más competitiva que aquella del hito en Chicago, que acababa de pasar por un proceso de expansión. Precisamente este año tenemos uno de los campeonatos más complejos, con una nobleza lo suficientemente numerosa para garantizar un puñado de derrotas a cualquiera. Ya no sólo Lakers, Celtics, Cavs y hasta Magic tienen el problema de los partidos entre ellos, es que cualquiera puede perder cualquier noche sin necesidad de circunstancias extraordinarias ante Mavericks, Spurs, Nuggets, Hawks o una versión de los Blazers no arrasada por las lesiones. Ahí está el ejemplo del martirio al que Atlanta Hawks ha sometido este año a los Celtics, a los que han ganado ya tres veces, dos en el Garden, para desespero del máximo asistente en la historia de los Hawks: Doc Rivers.

Ampliar

En esto algunos ven los efectos de una crisis que ha resultado reparadora para los equipos grandes que se han manejado con la maquinaria financiera engrasada. Ya sea sacando provecho de trades ventajosos con equipos ahogados por su masa salarial o recurriendo a las rebajas en el caché de jugadores de primer nivel en busca de acomodo. Hay incluso quien recurre a los libros de geografía e historia y piensa en la ubicación estratégica de Chicago, no muy lejos de ser equidistante entre ambas costas, como un factor decisivo a la hora de gestionar el cansancio y la rutina de los grandes desplazamientos y las grandes giras. El argumento, que puede parecer algo excéntrico, ha sido utilizado por Phil Jackson (que algo sabe del tema) para explicar las razones por las que los Lakers nunca serán un equipo de 72-10. Teorías de este tipo, se les otorgue más o menos validez, sirven para demostrar que hablamos de un nivel de exigencia en el que cualquier detalle puede estropear los planes. Una mariposa mueve las alas en Tejas y a un equipo se le complica la vida al máximo a orillas del Atlántico.

Ampliar


Porque la liga es muy larga y muy dura, en lo físico y en lo mental. Por eso existe el ‘rookie wall’, la barrera invisible que funde a novatos de espléndido arranque. Ni hablemos del efecto devastador que pueden tener las lesiones. Y, finalmente, entre razones de índole física, química, mágica, matemática o mecánica, no hay que olvidar que los equipos gestionan las plantillas y los esfuerzos pensando en llegar al 100% a los playoffs, y que esto es especialmente sensible en aquellos con mucho kilometraje acumulado en sus piernas, caso de Boston Celtics. Y no olvidemos dos factores esenciales que nos llevan al génesis, al origen de la leyenda: Aquellos Chicago Bulls jugaron, siempre y más en aquella temporada, con un hambre desmedida, con una competitividad desbordante. Dennis Rodman acababa de llegar para incendiar una combinación ya explosiva en la que Michael Jordan no hizo ni una sola concesión, tomando cada noche una nueva revancha tras su escapada a las ligas menores de béisbol y su regreso en la segunda mitad de la temporada anterior, en la que muchos se agolparon a su puerta para cantarlas las que entonces creían verdades del barquero: que no era ni volvería a ser el mismo jugador. El resto es historia y la parte personalista que muchos aplican al teorema del 72-10: un equipo, después de toda la suma de circunstancias, jugadores, estilo, aptitud y actitud, llegará tan lejos como sea capaz de llegar su gran estrella y jugará con tanta hambre como ésta. Y ahí, incluso para quien escribe que siempre tendrá en el primer lugar de su altar a Magic Johnson, hay que reconocer que computa un diferencial llamado Michael Jeffrey Jordan.

Ampliar

Cifras al servicio de la historia


Steve Kerr, actual General Manager de Phoenix Suns, formaba parte de aquellos Bulls y explica así aquella cuadratura del círculo: “nunca hablábamos de la marca de derrotas aunque Phil Jackson nos animaba a mantenerla en un solo dígito. Creo que era una forma de hablar y motivarnos, que ni siquiera él lo pensaba realmente. Pero es que estaba Michael Jordan, esa es la gran diferencia. Hubo seis o siete partidos en los que estábamos literalmente muertos y él hacía que los ganáramos, casi nos obligaba a ello. He visto y sigo viendo equipos lo suficientemente buenos para alcanzar las 72 victorias, pero sólo ha habido un Michael Jordan”.

El factor Jordan. ¿Quién lo tiene? A veces parece que Wade, aunque sin los mimbres necesarios a su alrededor. Garnett tiene la intensidad y la arrogancia, el deseo de ganar siempre, pero vive martirizado por las rodillas y lejos del nivel estratosférico de aquel jugador total que llevó a los Wolves a las finales del Oeste (MVP en la 2003/04 con 24’2 puntos, 13’9 rebotes, 5 asistencias, 2’2 tapones y 1’5 robos por partido). LeBron parece a veces tenerlo y sobre todo Kobe Bryant parece ahora ese tipo de jugador, superada la madurez de su carrera, concentrado en el beneficio colectivo y capaz de resolver trances con buzzer beaters a granel. Sobre la bocina salvó a su equipo ante Miami, Sacramento, Milwaukee… pero finalmente él tampoco, con su dedo roto y su espalda maltrecha, ha podido inculcar esa dureza sobrehumana en estos Lakers tan inclinados a los pecados de la falta de intensidad.

Aquellos Bulls acababan de adquirir a Dennis Rodman como respaldo de Michael Jordan y Scottie Pippen. Se podría entonces argumentar que ninguno de los tres estaba a priori en la cúspide su carrera, pero la química surgió hasta un punto tal que los Bulls se convirtieron en una máquina infernal de defender. Siempre lo habían sido con Phil Jackson pero aquella temporada fue literalmente asfixiante, fanática.


Antes de la fuga de Jordan, habían alcanzado un 67-15 en la 91/92. Después, en la 96/96 se fueron hasta las 69 victorias en ruta hacia el quinto de los seis anillos. Pero en aquella irrepetible 95/96 tocaron la perfección con un 87% de victorias, 87 en 100 partidos incluidos los playoffs. Y todo con Jordan, Pippen y un Rodman con problemas de lesiones y sanciones, pero también con el mejor Toni Kukoc y con una aportación espléndida de Steve Kerr o Ron Harper, hasta de Luc Longley. ¿El resto? Jugadores como Jud Buechler, Randy Brown, Jason Caffey o Bill Wennington... Las razones de los Bulls fueron estas: Jordan (30’5 puntos y 2’2 robos de balón) fue elegido MVP de la Temporada Regular y del All-Star. Pippen firmó 19’4 puntos, 6’4 rebotes y 5’9 asistencias por partido. Rodman se fue hasta los 14’9 rebotes por noche y los tres formaron parte del Mejor Quinteto Defensivo, un dato estremecedor. A eso había que añadir el galardón de Mejor Sexto Hombre de Kukoc, los casi milagrosos 9’1 puntos por partido de Longley o la muñeca excelente de Kerr, segundo de la liga en porcentaje de triples, aprovechando los tiros abiertos en el triángulo ofensivo.

Aquellos Bulls ganaron 31 de 32 partidos tras un inicio de 10-2 (su primera derrota fue ante unos Magic con Shaquille lesionado y tras ganar los cinco primeros partidos) para firmar un arranque de 41-3 (23-2 en 25 partidos, 45-5 en 50, 54-6 en 60). Sólo una vez perdieron dos partidos seguidos (en Denver y Phoenix) y, por ejemplo, atravesaron el mes de enero sin conocer la derrota. Ganaron 37 partidos seguidos en casa antes de verse sorprendidos por Charlotte Hornets el 8 de abril. Sus dos derrotas en casa, esa y otra ante los Pacers, fueron por un punto. Y así se plantaron (tras rachas de 18 y 13 victorias seguidas) en Milwaukee para establecer aquel 16 de abril como el día en el que llegó lo que muchos expertos creían imposible, las 72 victorias. En la ruta hacia aquel 72-10 sólo un equipo pudo derrotarse dos veces, los Pacers de Reggie Miller y Rick Smits. A lo largo de la temporada firmaron una media de 105’2 puntos anotados y 92’9 encajados por partido para un diferencial medio de 12’3 puntos. Fue el mejor ataque y la mejor defensa de la temporada. Para derrotarles hacía falta actuaciones heroicas: 35 puntos y 16 rebotes de Barkley para los Suns, 39 puntos y 9/10 en triples de Rex Chapman para los Heat en el equipo partido en el que Chicago pasó de 100 puntos y perdió. Después, en los playoffs, volaron hacia el anillo con una marca de 15-3, sólo una derrota en el camino del Este (ante Miami, New York y Orlando), dos en la final ante los Sonics. Jordan, por supuesto, fue nombrado MVP de las finales. En los 18 partidos de esos playoffs, sigue la avalancha de datos para la historia, sólo tres veces encajaron los Bulls más de 100 puntos. En la final del Este, los Magic cayeron 4-0 tras anotar una media de 85 puntos después de una temporada regular de 104’5. En la final, los Sonics anotaron 90 o más puntos… dos veces.


La calidad, la intensidad y un hambre de ganar nunca antes conocida y nunca después igualada marcó una temporada histórica que sirve de medida o de alimento de rumorología y debate en el arranque de la temporada para los equipos que parecen tener un plus que les eleve por encima del simple candidato al anillo. A veces los propios jugadores se implican en el reto por convicción o presunción. Rasheed, un jugador con la boca tan grande como el talento, vaticinó al llegar a Boston que estos Celtics aspiraban a mejorar a aquellos Bulls. A su favor, haber formado parte de unos Pistons que no estuvieron lejos de lograrlo. En su contra, su incapacidad para cumplir siempre su palabra (“guaransheed” lo llaman, la garantía de Sheed Wallace) y recuerdo ahora su promesa de que Detroit batiría a Cleveland en la final de Conferencia que envió a LeBron a su primera final en 2007.

Los Celtics no han estado preparados para semejante reto. Su plantilla acumula demasiados años como para rendir al límite durante toda una Regular Session. Las lesiones le han pasado factura especialmente en la persona de Kevin Garnett, motor generador de la intensidad defensiva que llegó a los Celtics a ganar 66 partidos hace dos temporadas. La pasada, ya con las lesiones dando problemas, se fueron a 62. En el primero de ellos, el del anillo, el equipo del Garden arrancó con un tremendo 29-3 y la pasada lo hizo con un 27-2 -con racha de 19 triunfos- antes de perder 7 de los siguientes diez partidos. Nada, ni siquiera las palabras de Rasheed o las de Doc Rivers, que aseguró en verano que quería formar el mejor equipo defensivo de la historia del deporte a la altura de los Chicago Bears de la NFL en 1985. Nada oculta el hecho de que el reto es demasiado duro. Como lo es para los Cavaliers que tuvieron un inicio de temporada demasiado titubeante, como lo es para los Lakers con sus consabidos problemas de intensidad, concentración y banquillo, y este año hostigados por los problemas musculares de Gasol, la fascitis de Artest, el dedo roto de Kobe, la espalda de Odom… Ni por supuesto para los Magic, que no terminan de digerir los cambios en su roster, teóricamente más profundo pero de repente sin el demoledor pick and roll de Turkoglu y Howard que disparaba los números de Superman y dejaba tiros abiertos para Lewis, Nelson y compañía. 


No. Si uno mira el calendario actual de cualquiera de los grandes aspirantes tendrá ya más de diez derrotas casi aseguradas, el número repartido según División y Conferencia, aunque no pierda más del 40% de los partidos ante rivales de primer nivel: el resto de candidatos, los outsiders de verdadero peso específico. No hay forma: habrá récords, equipos extraordinarios, eslóganes y registros para los libros de historia. Pero seguirá habiendo un solo equipo de 72-10: Chicago Bulls, 1995/96. El resto es alimento para la cabalística mediática, picante para la prensa especializada, y si acaso una ligera distracción para los implicados en la verdadera lucha, la del anillo. Lo dijo Eddie House al término del primer entrenamiento veraniego de la temporada en Boston: “lo que viene a partir de ahora es, sencillamente, o el campeonato o nada”.